Autor: Divakar Meganathan
POEMAS DE ANA MUELA SOPEÑA
En la sombra descansas
mientras las calles visten de penumbra
y buscan una luz evanescente
atrapada en el centro del silencio.
Un animal nocturno
contempla los recuerdos
en aceras perdidas.
El olvido en la bruma
conforma otro pasado en el secreto...
con memorias que saben de la lluvia,
dejando en el asfalto besos de agua...
Ana Muela Sopeña
A Eduardo Apodaca (22-3-1952 / 11-11-2006)
La niebla no esperaba
que en el tren huirías para siempre
al territorio estéril del espejo innombrable.
Entonces tu mirada
se escondía de sombras
en aceras desnudas y dispersas
para sentir la nada en tus dedos de mago.
Tus versos no se olvidan
porque el mundo se ha hecho huérfano sin ti.
En la luz de los sueños velados
la belleza de un vórtice imposible
se hace nítida liturgia.
A veces en lo oscuro,
cuando el umbral se iba haciendo estrella,
en el frío del Abra percibía tu espíritu.
Entonces un rumor
encendido en la bruma del crepúsculo
se hizo pasajero en mi visión.
Ana Muela Sopeña
Por las calles sonámbulas dormita tu recuerdo en cada piedra. Las sombras de la noche se aparecen despacio con luces de semáforos abiertos al misterio. Hay un secreto a voces en las horas que saben del amor y de la muerte. El olvido se traga las memorias de los días felices. A veces el reloj de una iglesia cercana habla de la ciudad como un enigma que en el silencio místico del tiempo arrulla la belleza de lo íntimo. Los árboles desnudos, en las avenidas solitarias, entregan sus abrazos a la niebla y aguardan en sus cápsulas las fechas luminosas y crepúsculos para soñar despiertos con las nubes. Lento mi deambular por la conciencia de un paseo lluvioso sin paraguas. En cada casa veo resplandores de cuartos encendidos, antes de que se apaguen, herméticos, sin brillo, para llevar por mundos invisibles a los habitantes de la urbe. En una habitación, tras las cortinas, me piensas sin disfraces y miras mi contorno en la distancia como si fuera solo una visión...
Ana Muela Sopeña
En invierno la nieve nos seduce
dentro de los confines del azar,
por eso las tormentas en el mar
nos llevan al espejo que más luce.
A veces los paisajes son de hielo
parecen un cristal a medianoche
en ellos una sombra es como un broche,
se esconde de los astros con un velo.
Un vórtice de frío en la estación
busca en la chimenea su presagio
y se olvida de todo lo anterior.
Los días se encaraman con pasión
más allá de las nubes de un naufragio,
para soñar con barcos de vapor.
Ana Muela Sopeña
El vacío conecta nuestros nombres en la evanescencia de la noche. Todo se va muriendo en la distancia, incluso los silencios compartidos. Las fisuras de mundos adheridos a los secretos lúdicos del tiempo. Una rosa de fuego se marchita dentro de las esferas de lo cóncavo. Hay un abismo oscuro que nos cubre con los alaridos de los locos y el aullido de un lobezno. El mutismo nos mata interiormente por palabras perdidas, nunca dichas. Hay una voz oculta que resuena en las cuevas desnudas de los sueños. Todo lo que ya fuimos jamás retornará, aunque nos pese. El pasado ya nunca volverá, mas la visión que envuelve tu recuerdo latirá eternamente en mis poemas.
Ana Muela Sopeña
Sopla el viento del sur sobre los árboles.
Se mueven los tejados y las ramas
que buscan un refugio.
Escucho en la distancia
la lluvia melancólica
de un mundo en extinción.
Todo se tambalea sin un límite
y se levanta el polvo de las calles
poniendo en suspensión partículas metálicas.
La galerna nos pone frente a un muro,
nos hace repensar todo de nuevo.
Es muy feroz el viento de la noche
con ráfagas que inciden
sobre oscuras ventanas.
Los sonidos traspasan el paisaje
y llegan hasta el centro del abismo
para soñar diciembres sin calor,
con frío en las aceras solitarias...
Ana Muela Sopeña
Felicidad brillando en el Alef,
en el vuelo contento hacia una nube.
Las heridas se tornan de cristal,
irradian la belleza de un rubí,
zahieren la pasión dentro de un cáliz.
Deseo para todos en la red
oleadas de estrellas en espejo,
silencio sumergido en los susurros.
Me encantaría amar desde Mirzam:
ilusiones del canto zahorí,
lamentos en la torre de Babel..
Victoria con las letras, leitmotiv.
Enamorada siempre de algún duende,
intento ser un hada desde ti.
Nunca se ha de perder el dulce tren.
Todo lo que me importa sin boicot:
invocación a musas de origami,
túneles de palabras sin confort,
rugidos desde el reino del azar,
extravagancias libres del presente,
sonidos de lo arcaico entre los árboles.
Ana Muela Sopeña
La belleza del bosque
parece una visión
en mitad del otoño.
Los animales brincan sin temor
mientras el río fluye.
Una tormenta estalla
y la lluvia susurra
con gotas consagradas a presagios.
Un árbol olvidó los sortilegios,
habla desde el abismo del silencio.
Al alba
un pájaro contempla el horizonte.
Ana Muela Sopeña
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Á ALBA
A beleza do bosque
parece unha visión
en metade do outono.
Os animais brincan sen temor
mentres o río flúe.
Unha tormenta estala
e a choiva rumorea
con pingas consagradas a presaxios.
Unha árbore esqueceu os sortilegios,
fala desde o abismo do silencio.
Á alba
un paxaro contempla o horizonte.
Ana Muela Sopeña
I
Un árbol calla.
Escucha los sonidos
del silencio del mundo.
II
La lluvia cae
en bancos solitarios
frente a una estatua.
III
Pasa la vida,
las jornadas se acortan.
Atardecer.
IV
Melancolía
en las ramas dispersas.
Unos columpios.
V
Horas que surgen
con preguntas de sombra.
La soledad.
VI
Farolas de agua,
llovizna entre la luz.
Tristeza suave.
VII
Un tíovivo,
caballitos de feria.
Los tenderetes.
Bisutería,
productos artesanos.
VIII
Llega el crepúsculo,
los barcos a lo lejos.
Evanescencia.
La tarde se diluye
entre las nubes ocres.
Ana Muela Sopeña
La luna está en su guarida
donde todo es de leyenda,
los gitanos con su cante
siempre abiertos a la tierra.
En la noche las campanas
ya no saben de belleza,
porque la muerte se ha hecho
dueña de toda la pena.
Cuando la sombra me invade
solo miro las estrellas,
para compartir el viento
y adorar a los planetas.
Todo es música de fuego
cuando estalla la tormenta,
más allá de los relámpagos
que huyen de la vereda.
Hay un lucero en el cielo
que sabe ser como arena
un secreto entre los sueños
y una balada de piedra.
Pero el verdadero enigma
yace oculto entre malezas,
más allá del precipicio
consagrado a las moreras.
Por el callejón del gato
avanza solo un poeta,
va desgarrado en el alma
con soledad en las venas.
Ha pactado con la luna
que le inspire los poemas
y le permita soñar
más allá de las proezas.
Ana Muela Sopeña
Soy espejo vacío de la muerte
donde todo parece ser de hielo,
en el lado en silencio de la sombra
que mira hacia la bruma de los sueños.
Me entretengo con nieblas y lloviznas
mientras viajo feliz por universos
y transmuto contenta las galaxias
dentro del quántum frío de los cielos.
Adoro la canción de lo que existe,
lo que respira amor lejos del miedo
y subyace en el rostro de la luz
alejado del mal, fuera del velo.
Intensifico el éter en el cosmos
y doblego fisuras de lo denso
con mis manos de lluvia, tierra y árboles,
para ser creadora como el fuego.
Soy la lente de un dios desconocido
que aboga por la paz en el sendero
que ama la sonrisa de los hombres
y busca ser el vórtice del verbo.
Ana Muela Sopeña
A veces me parece que la sombra me persigue en los parques, por la noche, y escapo sin mirar nunca hacia atrás, hasta llegar al punto de destino. Respiro quietamente sin reloj y atrapo en la distancia la belleza para poder amar sin artificios. Hay una noria azul en mis visiones que me recuerda siempre a mi infancia, cuando el tiempo sin tiempo nos brindaba unas horas dispersas, sin heridas. Busco en la voz profunda del mutismo las razones de todo lo que existe, para encontrar la esencia de las cosas. En los presagios blancos de las nubes no existen ya secretos ni conjuros para encontrar los códigos de arena.
Ana Muela Sopeña
El otoño discurre ciegamente
a través de las horas, a su tiempo,
y todo se despoja con el viento
de lo que ya no sirve y nos trae muerte.
En mitad de los días nuestra mente
persigue sin cesar quitar los miedos
que aparecen en noches de desvelos
con los sueños anclados en la suerte.
Hay tardes que nos miran con sus hojas
caídas en aceras de abandono
e ilusiones perdidas en los charcos.
Después, en el crepúsculo, las cosas
ya no parecen nada hasta que pronto
se convierten despacio solo en vaho.
Ana Muela Sopeña
El animal nocturno
busca en el agua oscura su destino
para crear la luz,
abrazando la sombra.
Una mujer recuerda aquellos besos
en portales de niebla, en los suburbios.
Sus párpados de bruma contemplan en la noche
los árboles del hambre.
Las farolas de sueño
alumbran edificios escondidos
mientras el horizonte se hace nube.
Ana Muela Sopeña
A Carmen Pla
9-3-1961 / 3-9-2018
Habitas en las sombras ocultas en anáforas,
desde el espejo de la nada.
Te fuiste sigilosa,
inesperadamente,
en los últimos días del estío
de aquel año fatídico.
En el origen fuiste la palabra
hecha de mimbre azul.
Más tarde te adentraste
en sílabas de enigmas.
Compusiste metáforas de cielo
e imágenes poéticas de vértigo.
Te acercaste a la métrica
sin ser consciente de ello.
Danzabas en la luz de las ideas,
en alejandrinos misteriosos
perdidos en esquinas
de una ciudad abierta al sueño lúcido.
Te columpiaste en nidos de gorriones
cerca de las compuertas del Edén.
Cuando todo parecía ser de agua
te marchaste serena
a otra dimensión de la experiencia.
Desde allí nos observas y sonríes
en tu estrella de quarks...
Ana Muela Sopeña
I
Palabras dulces
en tu libro de mundos.
Belleza antigua.
Los versos de la infancia
consagrados al alba.
II
Respiración
en la lluvia serena.
Todo es efímero.
La belleza del orbe,
el dolor del abismo.
III
Miro el paisaje,
la luna entre los árboles.
Melancolía.
IV
En la sombra los muertos
tejen y destejen
los hologramas del silencio.
V
Palabras suaves,
libertad sin cadenas.
Respiración.
VI
Dulce la melodía de las nubes
en horizontes llenos de presagios.
VII
Los pájaros de lluvia se entretienen
posados en los cables de la luz.
Como notas de música
crean su partitura singular.
Ana Muela Sopeña
A veces la realidad supera a la ficción y las sombras inundan el camino. Parece que no se puede salir. Las puertas están cerradas, las ventanas no se abren, las luces no se encienden. Pero de pronto, en un chasquido de dedos, todo vuelve a latir con el ritmo que le es propio. Y descubrimos que lo infernal es una alucinación, un delirio. Que lo real es respirar y volverse a levantar. Para volar ligeros. Para caminar sin lastre. Para mirar sin límites. Para ascender sin vértigo por la escalera de la vida y seguir soñando, creando y amando.
Ana Muela Sopeña
La soledad recorre calles grises
y la lluvia secreta, persistente,
dulcifica las sombras de la noche.
Todo parece anclado en la nostalgia,
mientras la melodía misteriosa
inunda de belleza las aceras.
El instinto del agua se hace nítido
para tocar el alma de las cosas
que habita en los espejos
del otro lado de este mundo.
Las nubes invisibles se percatan
de la conspiracion del gran silencio.
Los ladridos de un perro se entretejen
con los charcos de lluvia que nos llevan
hacia los desafíos de lo oscuro.
Las estatuas del parque de la ermita
rozan en la memoria de las piedras
la eternidad sin nombre.
Danzan en la quietud de lo que existe,
para soñar con tiempos sumergidos
en fisuras de niebla.
Un gato se guarece de la lluvia
bajo un coche que pacta
con la estación más húmeda del año.
Todo vuelve a la esencia, sin las máscaras,
inmutable en las horas
de la melancolía
en su vuelta despacio a los orígenes.
En mitad de la herida
se desarrolla híbrido el destino.
Los ruidos de motores,
a lo lejos,
saben que la tristeza es solo humo
para encubrir la luz de la mirada
mientras pasa la vida, imperceptible...
Ana Muela Sopeña
Katsumi es campeona de las cumbres,
atraviesa la luz de las edades
y bucea por túneles de mares
hacia el rayo rojizo de las nubes.
Juega con figuritas de origami.
Cuando las sombras caen en el crepúsculo,
alucina con cirros y con cúmulos
que dibuja despacio con su lápiz.
Ella salta por fuentes y caminos
en las noches de brujas y fantasmas,
para ensoñar despierta con los astros.
Avanza por los bosques, con sus hilos,
y refleja la luna en sus mandalas,
al tiempo que conversa con un árbol.
Ana Muela Sopeña
A Jerónimo Muñoz
A veces el instinto se hace nítido...
y Juega como un niño en su columpio.
Es Eterno y se viste de papel.
Sin Rosas el crepúsculo es nostálgico
en la Ola de mundos siderales.
Desde Nudos que buscan libertad
contra Islas que huyen de los miedos.
Por ello Me parece que la luz
se apague Orbitando sobre el mar.
A veces una Musa te seduce
con miradas Urdidas en la sombra
de luces en un Ñoqui de origami.
Licántropos y Orcas de lo oculto
subyacen en los Zócalos del hambre.
Ana Muela Sopeña
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Une la primera letra del primer verso con la segunda letra del segundo verso con la tercera letra del tercer verso y así sucesivamente...
El otoño comienza con la lluvia
y me agrada sentir el aire fresco,
por ello la palabra, con el verso,
atrapa de la luz su parte oculta.
Septiembre es mes de sombras bien oscuras,
los días son más cortos y hay más viento,
la belleza del mundo absorbe el tiempo
que habita en lo profundo de las grutas.
Suspiro cuando observo el horizonte,
me parece precioso ver las nubes
y camino despacio, sin heridas.
Atravieso los límites del orbe,
para ensoñar despierta los azules
en mitad de las horas que iluminan.
Ana Muela Sopeña
I
El silencio dormido
ha despertado ya de su letargo
en medio de la luz dimensional.
II
Atravieso desiertos infinitos
en los que la belleza de la arena
se parece a los sueños ancestrales.
III
Un árbol de mutismo
canta desde las sombras
y extrae del universo su energía.
IV
Lo inaudible no sabe de secretos,
se parece al amor de las edades.
V
En túneles oscuros
el abismo nos mira sin excusas.
VI
A veces el silencio
amanece en el mar como un relámpago.
Ana Muela Sopeña
Camino por tu piel
y me alumbran tus ojos
en el precipicio de la noche.
Me deslizo contenta por tu cuerpo
en la penumbra abierta de la tarde.
Rozo tu tiempo en vértigo de besos
en el umbral de la mañana.
Resbalas en mi bosque de la luna
mientras todo parece una película.
Alucinas con todo lo que toco
por el oculto hueco de la sangre.
Traspasas mis espacios interiores
con tu conjuro innato de deseos.
Danzamos en espejos de galaxias
por estrellas azules.
Atrapamos los círculos de sol
con nuestras manos ávidas de lluvia.
Intuimos la magia
en los universos paralelos.
Ana Muela Sopeña
En los arboles mudos
veo tu rostro sonriente.
Me observas contra el borde
de los edificios de la urbe,
mientras miro la niebla en las aceras.
Sabemos que el amor
es solo un espejismo soterrado,
pero eso nos da igual.
Gozamos del momento sin relojes
en los parques sumidos en la bruma.
La transparencia interna del silencio
nos atrapa sin quejas,
más allá de la luz.
Las marquesinas marcan diferencias.
En ellas hay personas
que habitan cada día en la rutina,
pero también hay seres
que viajan como amantes
en los autobuses suburbanos.
El amor es eterno si se pacta
que todo es transitorio...
Ana Muela Sopeña
El tiempo pasa,
la vida se renueva.
El árbol duerme.
Ana Muela Sopeña
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COPACUL DOARME
Timpul ne-ntrece,
viața reînflorește.
Copacul doarme.
Ana Muela Sopeña
Traducción al rumano de Andrei Langa
I
Luna de agosto
en la línea del cielo.
Inspiración.
II
Cuando camino sola por el muelle
percibo los secretos del crepúsculo,
en mitad de las horas sumergidas
en la elegancia suave de la tarde.
III
Sobre la arena
el pálpito del tiempo
entre las olas.
Horizontes velados
en la espuma del mar.
IV
Ciudad en fiestas,
los niños con sus globos.
Aste Nagusia.
V
Una gaviota vuela sobre el agua
investiga los peces silenciosos,
sigilosa se acerca hacia su presa.
VI
Cada mañana
el misterio en la niebla.
Sutil llovizna.
Avanzan los relojes
en la bruma escondida.
VII
Sonidos lúdicos
en la piedra de sombra.
Silencio sórdido.
VIII
Los gatos callejeros me fascinan.
Con las vibrisas captan el mutismo
del enigma cansado de los arboles.
IX
Al alba el sol
preside las jornadas.
Bullicio y risas.
Los niños en columpios,
toboganes sin tiempo.
Ana Muela Sopeña
El verano transcurre lentamente.
En medio del calor y la tormenta
saboreo un helado dulce y menta
y echo a volar sin miedo, suavemente.
Los sonidos disuelven la radiancia.
Mientras todo parece que es un sueño
me tomo una infusión en el ensueño
y regreso despacio hasta la infancia.
Respiro la belleza de los días...
Al tiempo que la luz se hace horizonte
la sombra del crepúsculo deslumbra.
Avanzo sigilosa por las vías
de un tren, por sus raíles, por el monte,
cuya visión es lienzo en la penumbra.
Ana Muela Sopeña
Contemplación del mundo en el crepúsculo, cuando todo se torna oscuridad. En esa luz hermosa de la tarde lo espectral se insinúa entre las sombras y la respiración sabe de amor al fondo del silencio compartido. La belleza se filtra por las nubes y el sonido del agua se hace nítido. Las horas se transforman en secretos que escondidos se abisman por los muelles. Contemplación de lúbricos paisajes a través de la niebla en la distancia, para soñar los sueños de la luna en una imprecisión que lleva al numen de los significados más ocultos. Los relojes se apiadan de la vida en ese tiempo abierto a lo borroso, cuando el día se vuelve una ilusión y los pasos constantes de la gente parecen un desfile de fantasmas.
Ana Muela Sopeña
A Manuel Martínez Barcia
3/11/1952 - 13/8/2015
Cicatrices de sueño te llevaron
por la luz del abismo.
La belleza de un mundo sin aristas
te deslizó
hacia el otro lado del espejo.
Todo se fue cayendo en lejanía
por los diccionarios de la niebla.
En mitad del trayecto
una alucinación fue tu destino.
Partiste hacia la nada
sin equipaje, listo para el vuelo
y te encontraste el todo
en la infinita grieta de la sombra.
Ana Muela Sopeña
Edulcoran la sombra los pronombres
y brota de tu espíritu el enigma.
Los adverbios persiguen redención,
se sumergen en campos de amapolas
al tiempo que tu luz busca la lluvia.
Hablan de ti los nombres de la luna
mientras todo parece una película.
En los sueños de mundos sin heridas
los adjetivos toman el poder
y rodean el círculo del sur.
Los artículos saben del silencio
encaramado a un árbol de palabras.
Las conjunciones pactan con los pájaros
que todo sea un reto misterioso.
Cuando el día despierta
el horizonte alberga algunos verbos,
para rehabilitar la esfera azul.
En las preposiciones hay un código:
amar entre las nubes el instinto.
Interjecciones llenas de secretos
hablan de creación inquebrantable.
Ana Muela Sopeña
I
La belleza se filtra por los árboles
en este mes de agosto caluroso.
II
El silencio resuena por las noches
con la melancolía de la bruma.
III
Mundos de arena
en la playa olvidada.
Sublimación.
IV
La caracola
mientras la espuma avanza.
Luz y recuerdos.
V
Contemplo un mirlo
que canta solitario.
Quietud al alba.
VI
La ola de calor es imparable,
nos convierte el verano en un suplicio.
VII
Horas perdidas
en el lúdico estío.
Respiración.
VIII
Tiempo sin tiempo,
veladas con amigos.
Complicidad.
Ana Muela Sopeña
Las sombras mortecinas de la noche
se reflejan plateadas en la ría.
Un misterioso ruido
atrapa los secretos
de los edificios en penumbra.
La soledad se pierde por los pórticos
y los soportales de los besos.
Las calles se parecen a la niebla
y ocultan en aceras
la suave transparencia
de la respiración de la ciudad.
El mutismo se abisma en la distancia,
mientras un gato solitario
se esconde bajo un coche de la lluvia.
El silencio disuelve las heridas
de los transeúntes maltratados.
El crepúsculo invita
a las horas amadas del subsueño.
Todo se hace pequeño
cuando lo oscuro inunda el horizonte.
Ana Muela Sopeña
Los lobos merodean por las puertas de las ciudades abisales. Allí se yerguen altivos mientras los licántropos amenazan con ser los propietarios de los edificios subterráneos. Una campana suena en la distancia. Es de una iglesia recóndita....pero nadie la escucha. Los sonidos se mezclan con los delirios de los coches y con los motores de los camiones visionarios. Los focos de un vehículo aparcado iluminan de pronto un muro oscuro. Allí se leen palabras sin sentido que cobran relevancia poco a poco. Un cazador dispara contra un lobo para defender a su ganado. Una mujer apunta con su arco a licántropos densos como en las pesadillas más terribles. En las casas los niños permanecen escondidos y se guarecen del peligro. Los lobos y licántropos amenazan con actos sanguinarios. Los humanos presentan una noche de insomnio. Deben hacer batidas por todos los rincones tenebrosos. La existencia de tantas alimañas obedece a la insólita prohibición de matarlas. Pero esa prohibición pronto caerá al tiempo que la música apocalíptica resuena en los suburbios que rodean los barrios periféricos de la urbe dormida por los efectos de las drogas en el agua potable. La gente muy despacio se despierta y defiende a los niños de los depredadores infernales que acechan en cada esquina del territorio urbano.
Ana Muela Sopeña
El estío progresa lentamente
esperando el crepúsculo
entre las nubes rosas de la tarde.
Un árbol que encontró su espacio lúdico
abraza de la vida su misterio
en mitad de la luz de la belleza,
frente al muelle que todo lo divisa.
En la sombra se observan los secretos
de la niebla que busca
la caligrafía de los sauces.
En el reloj del sueño
hay un camino interno, sin retorno,
que irradia evanescencia.
Ana Muela Sopeña
En la noche recuerdo tu mirada abierta a las guaridas de la sombra, como animal errante sin hogar me buscas cuando todo sabe a pérdida. Dulce tu caminar por las aceras sabiendo que te pienso en la distancia. Aunque no nos veamos somos uno en el deseo lleno de lascivia. Atrapas del instante la esperanza en el reflejo azul de los crepúsculos. El infinito azar te abarca entero mientras deambulas solo por la ciudad dormida en laberintos. Hay recovecos sucios en tu entorno que necesitan agua y nitidez para lograr despacio la transparencia interna de la vida. Una existencia atada a los relojes te provoca desidia y lucidez. Muy pronto nuestro encuentro nos dará un espacio de tiempo sin horarios.
Ana Muela Sopeña
Abrazo de tu luz tan solo el sueño
perdido en el fractal de la galaxia,
para empezar la vía del instinto
enamorado solo de un conjuro.
Beso en la niebla azul tu piel de mar
oculta tras la línea del secreto,
allí donde la sombra se hace nítida
y se transmuta en dulce sortilegio.
Amanezco en tus brazos, con la bruma,
donde todo se torna clandestino
y una rosa bosteza en el silencio.
Respiro tu misterio en la distancia
para ser el enigma de la noche
y allí esperar el pulso de los astros.
Ana Muela Sopeña
El estío transcurre lentamente. Los sentimientos vanos se diluyen en el calor altivo que nos mata y nos aporta vida, como una paradoja sin respuesta. Todo sucede siempre sin imprevistos raros. Hay una espera larga para que llegue el tiempo de la luz y así gozar de todos sus placeres. Después viene el enojo, porque el calor nos tiene derretidos. Recordamos la infancia con sus juegos. Las tardes asombrosas con amigos. Las salidas festivas a la playa, con toda la familia. Las imágenes vienen a la mente como un júbilo extraño. El tiempo interminable. Las noches con los grillos y cigarras. Los crepúsculos rojos, cargados de ilusión repleta de inocencia. Ahora no sabemos cómo hacer para encontrar al niño en las visiones y llenarlo de nuevo de pasión por un verano lleno de experiencias. Pero en quietud sabemos que lo bello de estos meses de sol ensimismado puede volver a ser nuestro aliciente.
Ana Muela Sopeña
El calor nos derrite sin excusas. Nos lleva a sentir todo como un horno. Es un infierno estar en las aceras. Es otro infierno estar dentro de casa. Dicen que hay que beber y que eso alivia. Que hay que comer también algo salado. Sigo todas las reglas, mas no consigo estar algo mejor. Mi tensión es tan baja que paso cada hora del día mareada. Veo a la gente alegre por las calles. No sé si disimulan. Deseo que termine cuanto antes esta segunda ola de calor, que me acerca al instante de no ejercer control sobre mi cuerpo. Es imposible estar con energía mientras mi piel recorre la sensación extraña de estar en la parrilla de un microondas nuevo, a estrenar.
Ana Muela Sopeña
Melancolía del estío
en las tardes amadas de la infancia.
Paseos solitarios
con la niebla que inunda entre las horas
los árboles cansados.
La languidez bosteza en el silencio
en el horizonte de la bruma.
Las nubes se parecen
a una visión diurna de lo desconocido.
Los colores regresan de la herida
y quedan somnolientos,
en el reloj de un mundo soterrado.
A veces el verano es trepidante,
otras veces discurre lentamente
y el tiempo se hace eterno...
Ana Muela Sopeña
La ría es una herida melancólica
que discurre sinuosa hacia los sueños,
en mitad del amor y de la muerte,
en la estación más cálida.
A veces me parece que su luz
asoma subrepticia entre los barcos
y dibuja sus mundos de papel
más allá del instinto de la niebla.
Cuando todo se aplaca interiormente
hay una sombra llena de pretextos
creando una utopía
en la nostalgia de la tarde.
En mitad del paseo se vislumbra
un reflejo de agua que hipnotiza
y disuelve el recuerdo del pasado.
Ana Muela Sopeña
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Muchas gracias
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Poemas de diversos autores recitados por Tomás Galindo