Mujer de tierra
con Gaia como escudo.
Sueño de luz.
Mujer de fuego
que nutre el corazón
de la galaxia.
Mujer de agua,
purificando el mundo
con sus plegarias.
Mujer de aire.
Levedad en su piel
y en su mirada.
Ana Muela Sopeña
POEMAS DE ANA MUELA SOPEÑA
Mujer de tierra
con Gaia como escudo.
Sueño de luz.
Mujer de fuego
que nutre el corazón
de la galaxia.
Mujer de agua,
purificando el mundo
con sus plegarias.
Mujer de aire.
Levedad en su piel
y en su mirada.
Ana Muela Sopeña
Aquella habitación llena de bruma
se nos brindó entre dulces de frambuesa
para que descubriéramos el sueño
envuelto en la cadencia del placer.
Nunca pensé que el mundo fuera helado
hasta que te perdí en aquel naufragio
de nuestro barco hundido en la tormenta
de incomunicación llena de heridas.
Me desperté con humo entre mis dedos
y recordé tu rostro en horas bajas,
cuando tu nombre era mi estandarte.
En la memoria guardo el álbum níveo
de aquel cuarto con niebla en la penumbra
donde la luz efímera fue ráfaga.
Ana Muela Sopeña
La noche permanece silenciosa mientras la luz más tenue de las calles invade las estancias de los sueños. Las aceras se llenan de nostalgia en los últimos días del invierno. Atraviesa el mutismo la melancolía de lo oscuro. Una llovizna suave se hace eco de todos los deseos incumplidos. La frustración que aloja en sus sollozos las verdades guardadas en el tiempo. Memorias que protegen la belleza de esa soledad tan misteriosa que reúne con fuerza en sus enigmas a personas casadas y solteras. También las que han perdido a un ser querido o aquellas divorciadas por minucias. Los árboles aceptan en sus ramas las palabras no dichas y hay pájaros nocturnos que repiten las frases que algún día se dijeron y ahora ya no existen. Lo efímero está atado a los espejos que nos llaman despacio desde el otro lado de las cosas.
Ana Muela Sopeña
Las mentiras se infiltran en los huecos
que atraviesan el aura de las cosas.
Más allá de los mundos invisibles
están los jeroglíficos del hambre.
La decisión de piedra es una estafa
que habita en los confines del silencio
y amenaza con ser la ley de hierro
persiguiendo a la gente, sin escrúpulos.
Hay números que hablan de otros números.
En todos se refleja un plan diabólico
que nace con figuras de benceno.
En la luz de las nubes duermen trampas
que colocan la niebla en el mutismo,
debajo de los cúmulos abiertos.
Ana Muela Sopeña
Amo al hombre que habita en el silencio,
en su cámara gris de sortilegios
sumergido en momentos de penumbra.
Amo al hombre que expresa sus verdades,
que lucha por decir lo que otros callan
que camina sin pánico a la hoguera.
Amo al hombre que oculta su estrategia,
al que juega con piezas de ajedrez
en su vida carente de artificios.
Amo al hombre que sabe de victorias,
que esconde en sus bolsillos los temores
mientras el miedo huye de sus ojos.
Ana Muela Sopeña
Atravieso la luz de la galaxia
NGC 3671.
En ella se recrea mi universo
que busca en sus partículas de cuantum
el misterio del mundo.
Viajo en la melodía de los astros
horadando el amor de los planetas
y el deseo simbiótico de lunas
que escapan de las leyes psicofísicas.
En un púlsar perdido entre tinieblas
me entretengo con piezas de ajedrez.
Más tarde albergo números y letras
en las grutas de un cuásar escondido
en la constelación de Casiopea.
En cúmulos abiertos
me suceden enigmas alterados
por los verbos antiguos de la sombra.
Recuerdo noches llenas de satélites
en un reino encriptado en el hidrógeno
y el helio generoso de una estrella.
Mi trayecto concluye cuando aguardo
el brillo del aliento creador
y sin embargo un pozo sideral
se abre para mí.
Azares del destino me presentan
un final sumergido en la derrota
hasta que las compuertas de Quirón
se abren sin un límite
ante mi asombro lleno de silencio.
Dulce la comprensión de las galaxias
en lugares que pugnan por la vida
más allá de su historia desbiográfica,
en mitad de frecuencias increíbles.
Los mundos paralelos me reinventan
en otra dimensión de la experiencia
para poder soñar...
Ana Muela Sopeña
Los pájaros nocturnos me recuerdan el silencio del mundo. En la ría los barcos atraviesan las estelas del sueño. Respiro en la distancia el aire que se escapa de las horas consagradas a un miedo indescifrable. Un mutismo que sabe de cenizas en lo oscuro se tiñe de liturgias irradiando el instinto de lo libre. El ladrido de un perro callejero me llena de misterio. Escucho los secretos de la noche en la transparencia de la bruma. Un código dormido me indica que la vida es un enigma inextinguible y llama a otros enigmas por sus nombres. La soledad me inspira ciegamente. La infinita tristeza en su declive me lleva por las cuevas de lo ínfimo hacia los precipicios del abismo. Busco el verbo ancestral que me permita exorcizar el humo del infierno transmutando la herida en creación y la sangre que mana a borbotones en una rosa roja inmarcesible.
Ana Muela Sopeña
A Siby, enamorada siempre del amor
Susurras la belleza en tus ventanaS
Irradiando la fe de un colibrÍ.
Borboteas la savia en baobaB
Y atrapas el amor en tu noraY.
Ana Muela Sopeña
La luz dilata el alma de las cosas
por las calles que saben de la herida
de un tiempo consagrado a las miradas
en aceras desnudas.
Espacios de liturgia
de una danza en la sombra
que bebe las visiones
en portales de barrios de suburbios,
bajo la tiranía de tu piel.
En la noche el misterio
de un animal que atrapa lo invisible
en semáforos ámbar de lascivia.
Sobre los adoquines de las plazas
la transparencia exacta de las huellas
intentando enlazar
verbos y olvido...
Ana Muela Sopeña
Fascinación en calles del recuerdo
dÉjà vu en las miradas de pasión
en Las nubes que atrapan la belleza,
con Iris degradando el firmamento
y raíZ del olvido en las cenizas.
Desde Siempre el instinto se renueva
con los Árboles llenos de silencio
para los Navegantes sin destino.
Alza ya la Variante de lo libre
como el sol Atrevido y retador
en colinas aL viento de la noche
con susurros Errados de otro tiempo
sumergido con Nítidas visiones
entre luces sin Traumas conocidos.
Porque todo se da: Imaginando
que la vida no sabe Nunca huir.
Ana Muela Sopeña
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Nota: Une la primera letra del primer verso, la segunda letra del segundo verso, la tercera letra del tercer verso y así sucesivamente... verás el mensaje...
A veces las palabras
no pueden expresar lo que sentimos.
Todo se va muriendo cada noche
en un acantilado sin salida.
Y todavía más...
podrían liberarnos
de callejones sucios muy oscuros,
pero acaban matándonos
con su perversidad llena de lodo.
Una palabra puede ser una medicina,
pero también un arma
de destrucción letal.
Es siempre nuestro sino,
como humanos,
que las palabras sean
instrumento de luz
o un infierno sin norte,
la perdición en medio de la nada.
Ana Muela Sopeña
La lluvia va cayendo suavemente
mientras se oye una moto en la distancia.
Tus besos se entrelazan con la niebla
y yo abro el paraguas.
Las calles se parecen a la bruma
con este frío extremo que cala hasta los huesos.
Te abrazo en la memoria
bajo una marquesina de autobús.
El invierno se aquieta en sus enigmas
con el aire que calla lo escondido.
En mis ojos contemplo la visión
de una imagen distinta a este presente.
Los ruidos del paisaje
no saben que hoy comienza mi plegaria secreta.
Acaricio tu rostro en el recuerdo
al tiempo que mi piel abierta a la emoción
se cubre con el manto de la melancolía.
Las aceras seducen con sus charcos
en este enero absurdo,
con la nostalgia hiriente de un naufragio.
Ana Muela Sopeña
La luna está quemando mi carne en mitad del relámpago. El árbol silencioso recorre la belleza de mis días y me lleva por mundos intangibles donde el tiempo no pasa, solo escucha. Se detiene en el reino mineral y bosteza con labios de la noche. Las estrellas de Orión son mis aliadas: Betelgeuse, Rigel, Bellatrix, Mintaka, Alnilam, Alnitak, Hatysa, Saiph, Meissa, Tabit, Mira. El misterio conjura con sílabas de fuego los minutos perfectos para recordar lo interesante y olvidar lo anodino y doloroso. Todo es un sortilegio de letras escondidas en la tierra. El momento es ahora. Todo se manifiesta como un mantra de palabras enigmáticas. Un inquietante hechizo que habita en la distancia y al mismo tiempo no está en ninguna parte...
Ana Muela Sopeña
Enero frío,
la llovizna en las calles.
Inspiración.
La borrasca de nieve,
el naufragio del mundo.
Ana Muela Sopeña
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BORRASCA
Janeiro frio
o chuvisco nas ruas.
Inspiração.
A borrasca de neve,
o naufrágio do mundo.
Ana Muela Sopeña
He salido a la calle tras el toque de queda, para ir al centro de salud. El silencio dormido entre los árboles inundaba la atmósfera. Era una realidad como de sueño. La soledad amaba los edificios grises en la noche. Tan solo el ruido efímero de una moto fugaz. Un mutismo absoluto en el parque infantil. Un tobogán desnudo entre la niebla. Los columpios sin nadie. Los bancos solitarios. La humedad del ambiente y la llovizna. La ermita somnolienta en su misterio, esperando el secreto de las horas. Los ladridos de un perro callejero. Los gatos bajo coches y tras los muros llenos de un tiempo detenido en la distancia. La melodía extraña de los astros. He deambulando abierta a los enigmas por aceras de mundos visionarios. He visto en los jardines las flores silenciosas en su reino de espacios interiores.
Ahora he vuelto a casa. Solo se escucha un ruido de camiones volcando en sus depósitos los contenedores del subsueño. Con futuros invisibles derrotados por utopías muertas en la bruma de una ciudad que yace anestesiada por el toque de queda; como nuestros espíritus insomnes que anhelan despertar a la luz áurea.
Ana Muela Sopeña
Una mujer albina
caminaba despacio
bajo la nieve del invierno.
Llevaba un manto blanco
y un lobo negro y gris iba con ella.
Avanzó entre los árboles del bosque
para poder soñar un nuevo sueño.
Cantó un conjuro lleno de plegarias,
la canción de la luna en plenilunio
y descubrió los ciclos de su cuerpo.
Esperó la respuesta de los árboles
pero solo escuchó el rumor del viento.
Los sonidos del bosque
eran casi inaudibles.
El silencio del norte
se convirtió en enigma oculto entre la escarcha.
Los pájaros volaron rumbo al cielo,
hacia las nubes altas del crepúsculo
y con sus alas grandes
pusieron la corona
de reina de las nieves
a la mujer albina.
Ana Muela Sopeña
Los sonidos del hielo son extraños. Son como los cristales de los sueños que nos llevan a todos los confines de la galaxia amada por el cosmos. El hielo tiene un pulso silencioso que nos conecta siempre con el círculo. El vacío desnudo del espíritu que cada día puede ser llenado. Los sonidos se amparan en el frío, en su herida que canta a los abismos. Pero también custodian otros reinos. Espacios siderales nunca vistos. Hay puertas en el hielo hacia otro tiempo, ese que se fugó sin enterarnos y se quedó vagando por el cielo, en otra dimensión de la experiencia. El hielo es el umbral de otro universo, donde hay seres humanos esperando a que este mundo absurdo evolucione. La música ancestral es siempre fría. Se compone de escarcha, nieve y hielo. En ella solo hay vórtices de estrellas consagradas sin límites a la caligrafía de la esencia.
Ana Muela Sopeña
La luz enamorada es como el sol
alumbra siempre todo lo que toca,
es la belleza extrema de las cosas
avanzando hacia un mundo de color.
La sombra enamorada es desafío
comprende el precipicio con paciencia
se ilusiona por todo con destreza
y busca la verdad entre visillos.
El desamor oscuro es un tormento
con raíces muy densas y sin agua,
que aspira poco a poco a ser relámpago.
El desamor de luz supera el miedo
con estímulos llenos de palabras
que derriten despacio los carámbanos.
Ana Muela Sopeña
En la calle los labios de la sombra
que busca las raíces
son como un animal lleno de pánico.
El muelle silencioso
de soledad se llena
con las cenizas grises
del cuerpo del amor.
Un crepúsculo sueña con la herida
en el árbol azul de la belleza,
mientras un cielo suave y despejado
alumbra con las nubes la distancia.
Ana Muela Sopeña
Cada noche percibo
el frío que congela mi universo
en mitad de la sombra de la nada,
más allá de los límites del miedo.
Me pregunto si todo
es solo un iceberg lleno de enredos
y la vida es un cúmulo de cosas
repletas de ecuaciones, como un eco.
La hipotermia parece
un recurso ancestral dentro del velo
para soñar despiertos con el éter
como si fuera luz dentro de un hueco.
La nieve es un enigma,
un código con letras y secretos
que pugnan por salir de su escondite
para hallar con el alba su misterio.
Lo oscuro va dejando
un déjà vu en el aire, un sortilegio,
para así recordar entre las horas
el transitar oculto del invierno.
Ana Muela Sopeña
Me doblo con los besos de la aurora
para llegar a ser solo una luz
encaramada al mundo del azul
escapando del sueño como sombra.
En la papiroflexia soy la rosa
que se abisma al recuerdo de otro tiempo
en un álbum de arena como un verso
antes de que en tu olvido fuera loba.
Soy un papel con líneas muy difusas
que atrapan la conciencia de la vida
en mitad de la lluvia y la tormenta.
Atravieso la cueva más oscura,
esa que me dejó como una vía
desnuda, sin futuro y sin estrellas.
Ana Muela Sopeña
Peter Pan se revuelve en su guarida
con los textos de Sade y con los códigos
para seguir volando aunque ello duela.
La sombra silenciosa de la noche
se revuelca en las lápidas
de aquellos que se fueron
sin poder despedirse...
Peter Pan no quería ser de hielo
pero el miedo voraz lo poseyó.
La muerte le seguía
en el hospital del gran terror
y jugaron al póquer
hasta apostar la casa y la vergüenza...
Peter es solo un hombre
que busca sin cesar la luz del alba.
Pan muestra ante las dríades
sus talentos innatos.
El sueño de la rosa
se marchitó
por tanto corticoide.
Peter Pan solo vuela
por las 79 lunas del dios Júpiter
para poder soñar...
Ana Muela Sopeña
Tras el toque de queda
la noche con sus calles
permanece desierta hasta las seis.
Todo tiembla en la música
del vacío que anida en los portales.
Hay viento sibilante...
Las horas se deslizan
dentro de los secretos de la magia
y un columpio dormido
en un parque infantil, hoy solitario,
avanza quietamente
hacia la incertidumbre del mañana.
La ciudad va trotando
sobre los adoquines,
dentro de los misterios consagrados
a la búsqueda única del fuego.
El ambiente nocturno es un teatro
que ignora la canción de la alegría.
Hace frío y los dedos
se quedan ateridos
con el relente helado
de la madrugada silenciosa.
Ana Muela Sopeña
Bosteza la ciudad en el silencio,
en la sombra de un mundo en extinción.
Una quimera oculta se despierta
del frío consagrado a plazas grises.
En las aceras guardo los secretos
de la luz sumergida en la pasión.
Segundos recubiertos de caricias
hoy yacen sepultados bajo nieve.
Los sueños de la infancia
con origami habitan en mi piel
al tiempo que el abismo se hace nube.
Los cuerpos que no olvidan
se dirigen a muelles sin destino.
Sin palabras ni culpas, solo lluvia.
Ana Muela Sopeña
La nostalgia de tus besos
me trae recuerdos de ayer,
cuando éramos aliados
en universos ocultos.
A veces todo era bello
al abrazarnos sin límites,
otras todo era difícil
en un espacio suicida.
Cuando éramos los cómplices
en un reino de pasión
todo era como un cuento
sin aspereza ni frío.
Ana Muela Sopeña
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DOS TEUS BEIJOS
A nostalgia dos teus beijos
traz-me lembranças de ontem
quando éramos aliados
em universos ocultos.
Às vezes todo era belo
ao nos abraçar sem limites,
outras todo era difícil
em um espaço suicida.
Quando éramos os cúmplices
em um reino de paixão
todo era como um conto
sem aspereza nem frio.
Ana Muela Sopeña
Nieve en las calles,
el ladrido de un perro.
Toque de queda.
La vida continúa
abierta al puro azar.
Ana Muela Sopeña
Las estrellas nos llevan en los sueños
por galaxias de mundos escondidos.
Nos columpian seguras
en la papiroflexia de la infancia.
En Dubhe nuestro espíritu se nutre
con los cantos eonarios
de los Serafines celestiales.
Allí dormimos siempre custodiados
por los seres de luz.
Los Querubines viven en Merak.
Desde allí nos recuerdan
que todo es un teatro
para la evolución de la conciencia.
Phekda es la frecuencia de los Tronos.
Nos alumbra en las noches oscuras
y nos invita siempre
a abandonar las trampas
que nos cortan las alas.
Megrez guarda la belleza interminable
de las Dominaciones.
Sabemos de su fuerza
que pugna por el tiempo de la magia.
En Alioth las Virtudes nos anuncian
las palabras que curan
los corazones rotos.
Mizar es el espacio consagrado
a las Potestades.
Su frecuencia lumínica
nos ayuda a ser niños otra vez.
En Alkaid los Principados
se dedican al cuidado de la Tierra.
Talitha Borealis es la sede
de los Arcángeles de paz intergaláctica.
Talitha Australis sueña con los Ángeles.
Ellos nos acompañan
en los momentos de peligro.
Tania Borealis nos protege
enviándonos al Ángel de la Guarda
cada vez que nos caemos.
Tania Australis es el hogar del arcángel Miguel.
Alula Borealis
luce con el rayo sanador
del arcángel Rafael.
Alula Australis susurra
las sílabas sagradas
del arcángel Gabriel.
Muscida, en las noches de liturgia,
con el plenilunio nos custodia
mientras Uriel enciende
nuestra antorcha inextinguible.
Ana Muela Sopeña
Raíz de sombra,
un búho entre la nieve.
Silencio, frío.
Los árboles del bosque
susurran en lo oscuro.
Ana Muela Sopeña
I
La sombra de la luz es como un árbol
de raíces perdidas en la tierra.
II
Como animal herido en el silencio
el instinto del mundo se hace oscuro
para soñar con tiempos intangibles
en mitad del camino.
III
Todo lo que el espacio sideral
desgarra con tentáculos de bruma
se parece a visiones de futuro
que traspasan la niebla de lo incierto.
IV
Las manos de la lluvia
irradian la belleza
a través de los sueños clandestinos.
V
Un lugar escondido en el paisaje
recibe la llovizna
sobre ramas de escarcha.
Ana Muela Sopeña
Ahora ciegamente
miramos hacia atrás con la nostalgia
de haber perdido a tantos.
Está pandemia absurda se ha llevado
a muchos por caminos de cenizas.
Miramos el presente
y recordamos siempre a los que ahora
no están para expresar sus sentimientos.
Imaginamos juntos un futuro
con libertad, sin frío de distancias,
con abrazos, sin geles hidroalcohólicos.
Respirando la vida sin las máscaras.
Creamos escenarios diferentes...
Mas nunca olvidaremos
a aquellos que se fueron
sin poder despedirse de los suyos.
Ana Muela Sopeña
Nota: 69408 es el número de fallecidos por covid resultante de sumar la cifra oficial en España a día de hoy (3-1-2021) más 18571 que es el número de fallecidos que quedaron sin contabilizar por un error de cómputo. De estos 18571 hablaron en la televisión hace poco, pero luego siguieron sin ser contabilizados en las estadísticas oficiales. Algo extraño... pero así funcionan las cosas.
Faltan solo dos lienzos tipo naiF
En estas horas frías de la nochE.
La belleza de un mundo de cristaL
Irradia un rayo suave de manÍ
Zahiriendo el amor dentro de un cáliZ.
Despiertan habitantes por la reD
Ondeando confines de otro espaciO,
Susurrando palabras a los vientoS.
Murmullos en el álbum de MirzaM,
Iridiscencia alada, colibrÍ,
Luminosa la esfera de papeL.
Van sombras entre letras desde KieV
En la estación de trenes, con la nievE.
Iniciativa en cada zahorÍ.
Nadie sabe del viaje en un vagóN,
Tremendas las medidas sin conforT.
Ilusiones perdidas desde tI.
Un mago consagrado en UlurÚ.
Ninguna huella etérea en el vaivéN,
Orando con la luz en el silenciO.
Ana Muela Sopeña
La soledad danzaba entre la bruma
mientras en el silencio
la noche se vestía de susurros.
Un hombre sumergido
en sus cavilaciones biográficas
deambulaba sin tiempo
por las calles amadas de su infancia.
Se miró en los espejos
y en los escaparates de las tiendas.
Buscó en su reflejo
el motor de su vida en desmemoria.
Quería investigar entre la niebla
las razones dispersas de su frío.
Y no...
no halló respuesta alguna...
La hipotermia seguía.
Poco a poco su cuerpo
respiró
la inalcanzable nieve de las cumbres.
Un mutismo sereno le indicó
que todo eran visiones de otro mundo.
En sus bolsillos todo era de arena.
Un colgante de arena,
una peonza.
Una pluma de arena y un bolígrafo.
Un cuaderno de arena,
una ilusión...
más un reloj de arena de otro tiempo.
Los espejos abrieron
la melodía extensa de los astros,
para poder soñar...
a pesar de los lúgubres paisajes
paralelos a trenes sin raíles...
Ana Muela Sopeña
Luz en los árboles,
navidad en las calles,
viento con lluvia.
Diciembre nos sumerge
en el invierno frío.
Ana Muela Sopeña
Suena una caracola
en medio de la arena del crepúsculo.
La tarde melancólica es ardiente
como la vida misma.
Un corazón sangrante por la luna
se esfuerza por salir de su naufragio
y la noche le brinda un acertijo.
Ana Muela Sopeña
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CORAÇÃO SANGRANTE
Soa uma caracola
no meio da areia do crepúsculo.
A tarde melancólica é ardente
como a vida mesma.
Um coração sangrante pela lua
se esfuerza por sair do seu naufrágio
e a noite brinda-lhe uma adivinha.
Ana Muela Sopeña
El pulso del amor es como el cosmos:
se contrae y se expande
en un latido abierto sideral,
infinito en su esencia eonaria.
Somos como galaxias
traviesas en su viaje laberíntico.
A veces estrechamos en la niebla
el abrazo de un cuásar sumergido
en el polvo estelar de las edades.
Otras veces sentimos
cómo nos columpiamos
en las nebulosas sin heridas
que pueblan los universos paralelos
y nos muestran leyendas de otros mundos
para despertar de nuestro sueño.
Adoramos el ritmo de los púlsares
que nos lleva por cúmulos abiertos
al descubrimiento de los códigos
que abren las compuertas estelares
en un hermoso umbral
hacia otras dimensiones.
Besamos los satélites
que cabalgan la sangre
de nuestros ancestros planetarios,
maestros de la magia,
los señores del tiempo y del espacio.
Vivimos en la frecuencia subatómica
que albergan las neuronas
con sus claves discretas,
ancladas en la oculta vibración
del genoma adherido a nuestro nombre.
Alfabetos de cráteres lunares
realizan sus historias
en la memoria suave de las noches.
En nuestra Vía Láctea
todos los crucigramas son de fuego.
En lugares de hielo habita el círculo
que busca en nuestro espíritu el instinto
más allá del apego.
Solo un amor de estrellas
diluido en el halo misterioso
del cinturón fotónico.
Ana Muela Sopeña
El invierno susurra las palabras
a través de la sombra de ciudades
en mitad de la herida de las calles
que adoran la canción de la mañana.
La lluvia nos invita a huir del agua
y a guarecernos pronto entre los bares
iluminando sueños con el arte
que despierta la luz de los mandalas.
El viento es como un duende de los bosques
que parece travieso por las tardes
y encuentra los secretos de la luna.
El frío nos acoge por las noches,
nos encierra en recuerdos siderales
que nos deleitan libres de locura.
Ana Muela Sopeña
Por las calles se mueve tu destino
en mitad de la luz de los suburbios.
La soledad te ofrece
el humo del reloj
y un ambiente creado por farolas
mientras desciende el día hacia el crepúsculo.
Las alamedas hablan de la herida
y lucen las guirnaldas en los árboles.
Deambulas sin cesar
mirando escaparates
que reflejan la lluvia en la nostalgia.
Ana Muela Sopeña
Todos los poemas, textos de prosa poética y reseñas de este blog (excepto 9 que pertenecen a sus respectivos autores y han sido publicados con los correspondientes permisos escritos) pertenecen a Ana Muela Sopeña.
Todos los derechos reservados.
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Poemas de diversos autores recitados por Tomás Galindo