lunes, 14 de abril de 2008

RETORNARÁ EL EDÉN

*
Muy dentro de las almas de AdánEva
resuena aquel momento
del inicio de todo...
Una explosión de luz en tiempo cósmico
lejana, muy lejana,
casi un sueño sin sueño...

Un sol amigo lúdico
cada día en su esencia
obsequia anaranjado
la vida siempre verde sin contornos.

Satélite tirano nuestra luna.
Sus fases son vaivenes
que enloquecen la mente
y en círculos de acero la ensortijan...

Las células rebeldes ya no pueden
estar dentro de un orden
si el astro caprichoso
de fase va cambiando.

La Tierra, compañera de mareas,
nos habla en su lenguaje
de movimientos sísmicos, volcanes...

Mercurio en su silencio eonario
desde otra edad contempla...

Y Venus es la puerta
del todo o de la nada
y los colores vivos de la noche
cuando el misterio inunda...

Con Marte todo sabe
a luchas tan antiguas
como el instinto claro de la ameba
cuya supervivencia antepasada
nos abrió con el vértigo el umbral
de la belleza inmensa
de estar vivos...

El genoma muy pronto mutará
renunciando por siempre
al ritmo ya caduco y ancestral:
a sentir cromosomas prehistóricos.

De Júpiter las crónicas
explican que hace años recibió
la herida alada y fértil de un cometa.

Saturno nos propone en sus anillos
un viaje contenido
al centro del espíritu-espiral.

Urano tan voraz
de jaulas voluntarias nos arranca
con su métrica errática.

Y Neptuno en su órbita
sueña que gira y gira
a través de la esfera del temblor...

Plutón podrá llevarnos al infierno
o hacer de intermediario
entre dos reinos blancos y perpetuos.

Y dentro de nosotros
en la noche salvaje
habita un microcosmos interior
con astros constelados
encendidos de tiempo,
con todas las certezas adheridas
y el secreto asombrado de lo oculto.

Nos sorprende el proceso en ribosomas
que, a ritmo de tam tam,
realizan trayectorias inquietantes.

Un macrocosmos amplio hacia el enigma
nos lleva a territorios
de extrañeza y de júbilo.
En esos campos sin cartografía
la ciencia sólo habita sin certezas.

Y la mirada abierta al microcosmos
se detiene en el quark...

Sin guías ni hacia dentro ni hacia fuera,
tan sólo residentes de la diosa:
llora nuestra planeta
enfurecido y rojo.
Y nuestro hogar es la galaxia entera
que hiberna adormecida
en iceberg del frío
inerte corazón que en hielo espera
agazapado en manos que habitar...

Algún día la luz del adn
se topará con Pléyades
y centros de fotones y neuronas
del universo etéreo
en laberinto abierto...

Entonces nuestro enredo colectivo
emergerá despierto
sin el virus del tiempo
que yace envilecido entre la historia
de homínidos errados.
Y del pasado nuestros nucleótidos,
a través de una alquimia
laboriosa y sagrada,
resonarán contentos con palabras
del paraíso interno de esta especie.

Retornará el Edén entre las sílabas-
que darán como mantras,
el sonido anhelado-
y los genes serán otras estrellas...


Ana Muela Sopeña

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