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En la locura de la sombra
habitan los crepúsculos de simuladas luces
que inventan en el límite del vértigo
suaves delirios.
Inicio trayectorias invisibles
a través de los hilos de mercurio
y seduzco mareas entre lunas
con mi silencio.
Me reconozco siempre en la gran luz
a pesar de lo oscuro y los errores,
así llego al lugar de la energía
donde una visión de águila
desliza su misterio en el espejo.
Los laberintos crípticos me asedian
con prímulas sagradas
y nadie ya me escucha tras la lluvia
en el cristal de humo, en la nostalgia.
Emprendo vías nuevas
en caminos de nubes, entre lodo,
y un pájaro me ofrece
su despedida.
En el tiempo sin tiempo me descubro
sobre un acantilado de belleza
y bebo la amistad de los océanos,
con tormentas de bruma en las guaridas,
para enhebrar en oro mi alma etérea.
Ana Muela Sopeña
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