*
En aquella ciudad de piedra prehistórica
las mujeres amaban el placer.
Atrapaban al hombre
con sus cantos de bruma
y seducían mares con sus ojos de ave.
Una mujer de niebla
encantó a un hombre océano
con sus dedos inmersos en las llamas
y lo dotó de fuerza
para volar.
Ana Muela Sopeña
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