*
Te abracé, te acaricié,
me abrí para ti,
quería que te hundieras en mi mundo
que te clavaras en mí,
sintiendo de mi entraña más profunda
un eco de infinita grieta agónica.
Tu verbo en mi palabra,
mi nombre en tu lenguaje,
tu cuerpo en mi mar cálido,
tu árbol en mi gruta.
Tu lava en mi terreno
el magma de tu herida en mi tierra sutil.
La fusión fue completa:
la vida, la muerte, el paraíso y el infierno...
el latido estaba en todas partes.
Ana Muela Sopeña
viernes, 26 de septiembre de 2008
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