*
La mujer en su sombra de presidios
manejaba el instinto
de todos los humanos que sentía
una oportunidad.
La mantis religiosa
elegía a sus víctimas,
con precisión de estrella matemática.
Después de devorarlos los soltaba
sin deshacer el nudo algo invisible.
Los retenía en su despensa de esclavos ateridos
y en los tiempos difíciles
emitía un alarido,
para degustarlos con fruición
y después
matarlos...
Ana Muela Sopeña
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