*
Las sombras de la tarde
permiten que recuerde tus visiones
encriptadas en luces del crepúsculo,
abrazadas al límite del mundo.
Sutiles e incorpóreas las presencias-
de ninfas de los árboles-
me deleitan con cantos de tu bosque.
Allí habitan los duendes de las moras
en ramas diminutas.
Se despiertan los troncos
en cada aurora abierta a los caprichos.
Y abren sus ojos dríades,
entre hojas de la encina y de los robles.
Caminas sobre piedras,
para llegar a un lago de la ausencia.
Una moneda al agua
y deseos que danzan...
Ana Muela Sopeña
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