*
A la mañana, en la aurora,
contemplo siempre a mi ave
con su plumaje tan suave,
en su árbol, a la hora.
Él va cantando y me adora
con una flor de cristal
de lo profundo abisal,
donde se esconde la luna.
Y yo le arrullo en su cuna
donde se siente vital.
Ana Muela Sopeña
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