sábado, 18 de julio de 2009

A JUAN EDUARDO CIRLOT

*
Los vientos y las vírgenes desnudan
la piedra en donde asciende el horizonte.

Juan Eduardo Cirlot


Descendí a la caverna de Lilith
y desde allí observé toda la luz,

los símbolos envueltos en penumbra
me hablaban con sus arcos de oro y jade.

En un edén disperso por la brisa
aterrizaste raudo entre la sangre,
con la grieta sublime de la piel,
como si todo fuese un arquetipo.

Con ceremonias blancas, entre cálices
y dioses del antiguo paganismo
sabías que las células del hombre
se inundaban de sombra o de palabras.

Descendí hasta la gruta de las madres
con serpientes mitraicas de las aguas,
allí te vi cantando una elegía
a los árboles druídicos de un cuento.

En las cartas del póker de la Tierra
encontré muchas claves de poder.

Diamantes con castillos sin almenas,
donde sentí la magia de la ausencia

y las picas radiantes de venganza
usurpando el amor de las guaridas.

Los tréboles con humo de las chozas
que perseguían un damero rojo

y corazones dúctiles de arena,
con amantes perdidos en desiertos.

Después de terminar con la partida
adiviné horizontes en subsueños
en los que había números marcados,
ocultos en las piedras del enigma.

Me sumergí en silencios primigenios
con la voz consagrada al Hacedor
y pedí a las montañas un sonido,
tan sólo una señal de lo absoluto.

Entonces te vi alzando las metáforas
entre vientos y rocas, sin ceniza,
con mujeres desnudas y danzantes
que adoraban el aire de un espejo.

Un día entronizaste cada signo
con ráfagas de fuego entre la lluvia
y aprendiste que todo tiene un precio,
incluso las anáforas del alma.

Los círculos amados del ensueño
resultaron ser trampas de la mente,
donde agarrar el rumbo del futuro
y esperar las estrellas sin el pánico.

Perséfone en su cámara del éter
me trajo tu palabra seductora,
con verbos delirantes y mortíferos
unidos a semillas sin relojes.

Los mundos adheridos a tus horas
alumbraron esferas laberínticas,
entre la nieve cálida de invierno
y la escarcha tan fría del espacio.

Ahora te imagino entre las runas
con tu música errante en melodía,
vislumbrando un relámpago sutil
que arropa en semisueño la belleza.


Ana Muela Sopeña

8 comentarios:

Jesús Aparicio González dijo...

"Corazones dúctiles de arena"

Un poema lleno de sugerentes imágenes.

Mi enhorabuena.

Jesús

Ana Muela Sopeña dijo...

Gracias, Jesús, me alegra que te haya gustado este poema dedicado a Cirlot.

Un abrazo
Ana

matiasragno dijo...

que pintura maravillosa! tus poesias no se quedan en meras palabras, a veces estas palabras se vuelven transparentes y dejan ver imagenes muy poderosas.
un saludo desde Argentina

Ana Muela Sopeña dijo...

Gracias, Matías, por brindarme tus palabras. Es una alegría que te guste mi poesía.

Un abrazo desde España
Ana

jagirreo.es.tl dijo...

Mágico, Ana. Felicidades por tan cirlotiano canto.

Un abrazo

Javi

Ana Muela Sopeña dijo...

Javier, me encanta verte en medio de este canto cirlotiano.

Te dejo un abrazo
Ana

Anónimo dijo...

Con ceremonias blancas, entre cálices
y dioses del antiguo paganismo
sabías que las células del hombre
se inundaban de sombra o de palabras.


Bella ofrenda, Ana. Ver el mundo de la mano de Cirlot no es poca cosa. Que nos sirve ésta dedicatoria a modo de introducción.
un besote

Ana Muela Sopeña dijo...

Miguel:

Si te gusta el simbolismo disfrutarás leyendo a Cirlot.

Me encanta que el poema te haya gustado.

Un besote
Ana