*
Tú sabes que yo huyo de la herida
que me dejaste a fuego sobre piel,
más allá de aquel vértigo de miel,
al final me escapé, no convencida.
Una vez de que hallé, por fin, salida
entre los huecos áureos del papel
y la gran biblioteca de Babel
que conformó en la crisis nuestra vida,
entonces sólo quise en el espejo
recubrir tu visión con las cenizas
de lo que un día fuiste como hombre
y olvidar en un cofre tu reflejo.
Ya que en mi historia tú me hiciste trizas
pretendo que tú seas sólo un nombre.
Ana Muela Sopeña
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