*
Abandono el lugar de los silencios
por la senda que lleva a lo sagrado,
en la ciudad amada por las lobas
que trazan jeroglíficos en niebla.
Las sombras acechantes
inundan nuestra casa del abismo,
aunque la luz nos colme
de espejos en la bruma.
Una luna de agua
permite cicatrices en el sueño,
sobre la oscuridad de las visiones.
El umbral de tus ojos es etéreo
y un exilio de cuerpos sin un nombre
recuerda la memoria de la especie.
Ana Muela Sopeña
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