*
El camino se abre
al eco misterioso de la muerte
que gime en sus dominios,
entregados al caos y a la belleza.
La luz hay que llevarla
con antorcha
al lugar de la niebla y de la herida,
para invocar despacio al ser humano
que permanece firme en la batalla.
Los caníbales buscan a hombres buenos
y convocan las fechas de la lluvia
en minerales de silencio.
La sombra en la ebriedad
sorprende
al acecho de la noche
a un muchacho de luz en su delirio.
Ana Muela Sopeña
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