lunes, 26 de abril de 2010

RESIDENCIAS

*
Los cuerpos ya gastados por el tiempo
se adormecen en sillas semioscuras,
mientras un sol radiante y generoso
todavía requiere que estén vivos.

Es extraño que todo sea sórdido
en
los
salones
lentos
del
olvido,
soñando con la historia laberíntica
que ya va disolviéndose en la arena.

Un mundo de pasiones
se esfuma en las miradas extraviadas
que deambulan por rutas imposibles,
mientras los familiares
se desentienden fríos
y dejan de tener la prioridad
de estos seres que un día dieron todo.

Me pregunto si somos sólo humanos
o vamos en camino hacia el robot
capaz de suprimir todo lo viejo
como archivos o bits que ya no sirven.

En una residencia contemplamos
la larga sucesión
del drama contenido y silencioso
que vamos recreando a cada instante.

En esa soledad irreverente
estamos cuestionados todos juntos,
por ser espejo extraño pero nítido
del egoísmo cruel, severo y diáfano
que nos convierte en cómplices
del abandono cierto a la eutanasia,
porque la muerte empieza siendo nadie
y los nadies que pierden hasta el nombre
se diluyen en campos de exterminio.


Ana Muela Sopeña

4 comentarios:

Julio dijo...

Te alzas contundente en la visión crítica de una realidad que experimentas de primera mano, Ana, y a la que no pueden ponerse objeciones. La vida en los asilos, eufemísticamente llamados ahora residencias, es dura -por buena que sea la residencia- y la soledad campa a sus anchas con un indescriptible olor a despedida, como el último vagón enganchado al tren que circula derecho a la vía muerta.
Salud.

Ana Muela Sopeña dijo...

Así es, Julio. Este poema ha nacido porque he visto escenas terribles de abandono y de negligencia con personas mayores que residen en geriátricos.

Un abrazo y grancias por pasar
Ana

Manuela dijo...

el cuerpo
gastado por el tiempo



te felicito,
hermosas palabras
cada frase encaja


un beso!

Ana Muela Sopeña dijo...

Gracias, Manuela por pasar y dejar tus cálidas palabras.

Un beso grande
Ana