sábado, 16 de octubre de 2010

EL REY HACE SU ENROQUE

*
Peón por alfil,
la partida tan sólo ha comenzado.

La batalla despliega sus efectos
entre luces y sombras.
El damero constata nuestras luchas
entre pulsos de fuego.

Caballo amenazando a la gran Dama
que se duerme en su sueño de metal,
para olvidar que ya no está en el mundo.

Y el rey hace su enroque,
corto como las líneas de la vida,
para poder sentir raíces de árboles
entre penumbras muertas de la tarde.

La partida permite que las fuerzas
se equilibren en este medio juego,
para redescubrir las utopías
de los tiempos amados de la historia.

El centro está tomado por esa reina negra
que porta los tentáculos de hierro
en sus fauces oscuras y terribles.

Pero las estrategias siguen siendo
los latidos perfectos que perduran
y pueden acabar con la Gran Madre,
espesa como el lodo
de cada pesadilla en las visiones.

Negra madre terrible e inconclusa,
atada a muchas rocas
con arañas que llevan su veneno
en el noray del verbo sumergido
en océanos fríos.

El ajedrez comienza a ser de locos,
cuando ya el medio juego nos invoca
y llegan los finales,
con tan sólo dos torres, dama y alfil
y todos los peones del contrario
y un rey en desconcierto
que deambula por calles y teatros,
imaginando espacios más amables.


Ana Muela Sopeña

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