*
Al otro lado del cristal
un árbol de silencio me sorprende,
mientras el aire frío
envuelve mis raíces en el agua.
Mi cuerpo se hace lánguido
y se nutre del tiempo más arcaico.
La piel de la belleza se hace sueño
y el jade se disuelve por espacios
de lluvia consagrada
en el exilio roto
de la depredación y la locura.
Las aceras se llevan las visiones
de la nostalgia apátrida y silente
que inunda el mundo azul en las guaridas.
Ana Muela Sopeña
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