martes, 16 de noviembre de 2010

EN LA LLOVIZNA

*
Él desciende las calles del olvido
hacia otra melodía de expansión,
donde la risa sea
el medio más idóneo para ser.

Se envuelve en la llovizna
y contempla las nubes, sin defensas,
en un martes cualquiera
de la ciudad dormida en sus fantasmas.

Y sale
a recorrer
la luz dispersa
en la sombra que cambia entre la bruma
hacia mundos que guardan un secreto.

Él se sabe tan libre en estas horas
que busca la sustancia de las plazas
en bares o letreros luminosos.

Arranca de sí mismo la desidia
y permite que todo sea amable,
hasta la incongruencia de la nada
o el latigazo abierto del termómetro
marcando cada vez un poco más
el frío entremezclado con el pánico.

Él posee farolas entre aceras
y nombres de avenidas y de parques.

Se bebe sin pensar el tiempo incierto
de la urbe prendida de alfileres
en el sonambulismo de su gente
o en el funicular de la nostalgia.

Él desliza sus dedos por parabrisas sucios,
en los coches que un día fueron sólo
lugares escondidos que habitar

y se agarra con fuerza a los momentos
extraviados en niebla
de los días,
más allá de ecuaciones o de incógnitas.


Ana Muela Sopeña

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