*
La orfandad del silencio
resuena en mi alma apátrida
como rosa de fuego,
como metal que sabe del exilio,
como una loba
en bosques de ebriedad
extraviada del clan, con hambre y sed.
La orfandad se hace niebla en la distancia
y llega en los vagones de la nada,
para quedarse
en la habitación del invitado
y exigir una copa de buen vino.
La orfandad es fisura
que busca completarse cada hora,
pero tan sólo
puede
r
e
b
r
o
t
a
r.
Mas consigue imbricarse
con el alma del mundo
y así logra comprender a los sin nombre.
Camina de la mano
de aquéllos cuya luz es ya el olvido,
donde la sombra echa sus raíces.
Ana Muela Sopeña
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