*
Deambulo por las calles de diciembre
y veo en un carrito
que una mujer sin tiempo
está vendiendo entre humo unas castañas.
Los niños con bufandas y con guantes
van comiendo castañas sin reloj
y las horas deslizan sus enigmas,
como fotografías para un álbum.
Una pareja joven se detiene,
sonríen como aliados.
Él le compra castañas a su novia,
ella acepta encantada su regalo
y sellan con el frío su secreto.
Ana Muela Sopeña
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2 comentarios:
Un poema, sencillo y hermoso, el poeta, gran observador de su entorno y lo deja dibujado entre versos. Me hiciste recordar mi último viaje a Italia, precisamente paramos nuestra caminata en las cercanías del Foro Romano para comernos unas castañas de esas callejeras...que delicia.
Un abrazo Ana.
Gracias, Antonietta, me alegra mucho que este poema te haya gustado.
Un beso enorme
Ana
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