Una sombra de mundos intangibles
me traspasa los huesos,
en la noche que duerme en el silencio.
El frío del ambiente,
en las calles sonámbulas que gritan,
contempla los tejados
y el hambre de perdidos transeúntes.
La ebriedad de los hombres,
por aceras que pactan con lo oscuro,
permite a las farolas una complicidad en la locura.
La sed de los espíritus errantes
se vislumbra en los cuerpos invisibles
que huyen por los pórticos de soledad sin nombre.
Ana Muela Sopeña
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