martes, 15 de febrero de 2011

DUBROVNIK

*
El sol inunda calles y horizontes
y los niños embrujan la ciudad
al ritmo lento de las horas.

Una nostalgia de futuro
permite que las piedras
se adueñen del reloj en las ventanas.

La emoción se columpia en los cafés
que realizan el rito
de la amistad anclada
en la espiral de la historia.

La noche imperturbable
se acerca hacia la oscura infinitud,
mientras la tristeza se suicida
entre los soñadores del umbral.


Ana Muela Sopeña

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