lunes, 7 de febrero de 2011

NÉCTAR

*
La ciudad se desnuda con las sombras
y se contemplan calles solitarias
que invisibles aguardan el misterio.

Las aceras rehuyen los enigmas
escondidos en cofres subterráneos,
más allá del espacio cotidiano.

Un cuarto sin ventanas nos cobija
en el tiempo sin tiempo de la infancia.
Allí el reloj se para cada tarde
y nos ofrece el néctar más secreto.

La ciudad va vistiéndose de luz
mientras el sol inunda plazas, fuentes,
y en el bullicio hay niños en espejos.

Los parques nos regalan su alegría
envuelta entre los cantos de los pájaros.


Ana Muela Sopeña

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