lunes, 4 de abril de 2011

COMO UN NÁUFRAGO HERIDO

*
Se desgarran los ojos
en el corazón de la ciudad.

Dicen que en Fukushima
el peligro es muy alto
y seguimos queriendo no ver nada.

El instinto seduce
al alba de la noche clandestina.

Los defensores de la energía nuclear
cambiarían de opinión
si les pagaran vacaciones,
con toda su familia
en Fukushima o en Chernobyl
o si les dieran por destino laboral
el centro del infierno.

Un lobo entre la bruma
nos habla de violencia.

¿Por cuánto dinero les vendieron
el cáncer de los otros?

En la televisión ya no se escucha
el temblor de la tierra que no para.

¿Un millón de liquidadores
es un mal menor?

Las compras, las comidas, los horarios,
todo se precipita
como un náufrago herido en la neblina.

Quizás la prepotencia
del Homo ciego y sordo
nos hizo pretender
manejar el plutonio y el uranio.

Pero el riesgo es inmenso
y es hora de pensar en el regreso
a formas de energía diferentes.


Ana Muela Sopeña

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