viernes, 8 de abril de 2011

CON EL ÁMBAR DORMIDO

*
Me derrito en tu piel de fuego y nácar,
con tus manos de sal tú me acaricias.

Te disuelves en mí mientras me abrazas.

Una llovizna en la nostalgia
nos invoca en la noche del aullido.

Se oyen motores a lo lejos,
en la ciudad distante
que nos habla de estrellas de silencio.

Me besas como un sauce
de los sueños.

Te rozo suavemente
con el ámbar dormido de mis labios.


Ana Muela Sopeña

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