*
Los ojos de aquel niño
brillaban entre lágrimas de acero.
En lo oscuro
los monstruos
invadían su nido.
Taparon su denuncia
con crueles amenazas a su hermana.
Un día alguien
lo vio.
Ahora,
su infierno ha terminado,
mas queda resonando en la memoria
con el terror de hierro
y la sombra amordazada
entre los labios.
Ana Muela Sopeña
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