*
La piel del mundo es nuestra piel
y la sombra
de calles sumergidas en los huesos
de la ciudad desierta
ampara con tentáculos la noche.
La luz perfuma nuestro encuentro
y el ojo que seduce
hace a mi cuerpo derretirse con el tuyo
cuando el alba nos mece.
Un pájaro de barro
delínea en su destierro tu destino
y la mirada abierta de la luna.
Nuestra orfandad nos une
con un puente invisible de memoria
que busca, evanescente, la niñez.
Ana Muela Sopeña
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