*
La casa se perdía en el silencio,
más allá de aquel tiempo de zozobra.
Un rayo de luz sabia
atravesó el cristal,
iluminó el pasillo y allí estaba.
El hombre solitario no podía
desprenderse de un mundo ya caduco,
por eso cada noche
bajaba los peldaños en secreto,
a través del espejo hacia la nada.
Ana Muela Sopeña
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