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Un cáliz misterioso de obsidiana
donde introduzco el numen de palabras
y transformo la idea en algo más
a través del crisol de las edades.
La luz de la belleza eonaria
que se aloja en estrellas
y púlsares amados por los ángeles.
La gruta de lo arcano
donde viven sibilas
en estado invisible, en semisueño.
El aliento del verbo primigenio
que me impulsa a seguir en la aventura
de la caligrafía de los búhos.
Una antorcha de fuego
para alumbrar
la noche interminable.
Y tus ojos de mar
donde me pierdo en horas infinitas,
antes de que los nombres nos confundan.
Ana Muela Sopeña
lunes, 20 de junio de 2011
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