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Las ciudades interiores
nos asedian por las noches con sus cantos de sirenas.
Parecen invisibles, retornan como lágrimas
en prismas de palabras.
En sus calles misteriosas
habitan las gatas blancas mientras bostezan al sol.
El mundo se hace círculo al tiempo que la luz
se esconde entre los árboles.
Sus aceras solitarias
atrapan la sombra inquieta entre bancos que dormitan.
Las horas del crepúsculo
se vuelven más salvajes, como dibujos tenues
de burbujas de agua.
Los tejados somnolientos
se deslizan en visiones con lamentos transeúntes
y danzas de niños sordos.
Amanece despacio y las nubes anuncian
otra jornada creadora.
Ana Muela Sopeña
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6 comentarios:
Has revelado una triste realidad, esperemos que el amanecer sea creador de verdad...
un placer
andrei
Sí, creo que sí, que cada jornada es creadora. Al menos así lo vivo yo...
Gracias por pasar, Andrei
Un abrazo
Ana
Ana me ha encantado, como siempre, tu poema. Me ha llegado no sé si por la mañana gris de este domingo de agosto y por los acontecimientos tristes que nos tocan o porque estoy especialmente sensible y versos como estos me llegan. Gracias amiga por darnos estos regalos. Un abrazote.
Pasé por tu blog el otro día y sé lo que estáis pasando.
Te agradezco mucho tu paso por mis letras.
Un beso
Ana
El fuerte pincelazo surrealista atrapa al lector que disfruta -aunque no son muy halagüeñas- todas las metáforas. Estupendas imágenes.
Un abrazo. ¡Viva el amanecer creador!
Eso, las jornadas creadoras son importantes...
Besos
Ana
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