*
Aquel hombre dormía con una piedra negra,
la alimentaba siempre con lagartos
y la piedra crecía y respiraba.
Pensaba que la piedra era un icono mágico,
por ello por las noches
le contaba a la piedra algunos cuentos,
pero la piedra no escuchaba.
La piedra cada vez era más grande
y el hombre se pensaba que era hermosa.
Pero la piedra no tenía ojos,
ni rostro, ni piel.
Tan sólo era una piedra.
Aquel hombre dormía con una piedra negra.
Un día decidió tirar la piedra
a un contenedor de la basura.
Pero la piedra había entretejido
su materia tan negra
al ombligo del hombre.
Entonces aquel hombre
partió para buscar algún objeto
que cortara los hilos
que lo mantenían apegado
a aquella piedra negra.
Y tuvo que viajar con la gran piedra
en un vagón de sueños.
Un día despertó.
La piedra ya no estaba,
él se miró al espejo
y allí no había nadie...
Ana Muela Sopeña
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4 comentarios:
Una fábula estremecedora. Cuántos entregarán su tiempo y esperanzas a una piedra negra ¡cuántos!
Un abrazo.
Tengo una obsesión con las piedras, y este poema es fatal. Un abrazo,
Eso creo.
Un abrazo grande
Ana
El poema salió así.
No es nada personal con respecto a las piedras. Es...una alegoría.
O fábula.
Abrazos
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