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La ciudad nos acoge con sus dudas
dentro de su calima y de su niebla.
Las calles son testigos
de nuestro amor sonámbulo
que se abre hacia la luz de la belleza,
más allá de las nubes
y de las convenciones de la gente.
En la respiración de los transeúntes
viven nuestros latidos que toman su energía
del corazón del mundo, sin disfraces.
Ana Muela Sopeña
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2 comentarios:
Qué hermoso poema, Ana.
Y qué cierto que la ciudad nos acoge con sus cosas y sus gentes.
Un abrazo.
Sí, la ciudad nos acoge, Soco.
Me alegra que el poema te haya gustado.
Un beso
Ana
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