*
Llegué
a
casa
calada
hasta
los
huesos,
con el paraguas roto
y
la
ropa
empapada.
La lluvia torrencial me despertó
a
tu
recuerdo
nítido
del
alba.
Me acordé de tus ojos,
de tu mirada suave al despedirme
y
contemplé
una
lágrima
en el extraño espacio de la herida.
Ana Muela Sopeña
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
4 comentarios:
Era un istmo de sal...
Cala hasta los huesos, meiga.
Un beso
Gracias, Manuel, por tu presencia entre mis versos.
Un abrazo
Ana
Me encanta el ritmo y la tierna sencillez. Besos.
Soco, me alegra verte por aquí.
Un beso
Ana
Publicar un comentario