*
El miedo le dolía
en la sombra nocturna
de un animal de niebla.
Sus huesos eran fríos como el mármol,
sus músculos cedían por el peso
de tantas agresiones silenciosas.
El pánico le hacía estar dormido
en esas sepulturas
con forma de costumbres
de hogares asolados por el hielo.
El miedo era su herida
y su guardián,
era quien le dictaba las palabras
para seguir llorando en lo invisible.
Ana Muela Sopeña
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2 comentarios:
Triste existencia la del protagonista.
Un abrazo.
Hay muchos hombres que viven así...
Un abrazo
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