*
La ciudad desvanece su silencio
recordando aquel día tan efímero.
Noctámbulos sin norte, entre los puentes,
la lluvia nos miraba con suavidad de agua
y el aullido de calles desde el sueño
era tiempo de luz entre las sombras.
El recuerdo nos hace vislumbrar
los sonidos exactos de la ría,
en medio de farolas y de coches
que acompañaban cálidos
nuestro deambular por las aceras.
Las horas transcurrieron sin el pánico
envuelto en los enigmas de las piedras,
refugios y edificios
de aquellas sensaciones tan magnéticas.
Nuestras huellas quedaron para siempre
ancladas en relojes de las plazas
con transeúntes lúcidos,
testigos de ese instante entre la niebla,
transitando caminos sin historia.
Ana Muela Sopeña
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4 comentarios:
Hay algo en estas letras que atrapa las fronteras de la luz más allá de la conciencia.
Tal vez esos relojes detenidos en las plazas, o la lluvia que miraba el aullido de las calles desde el sueño, quizá la sensación de haber vivido tan mágnetico sentir en medio de una estrella que apuntaba doce nortes diferentes hacia un mundo infinito...
El caso es que me gusta atravesar este puente que une el agua-sur de los noctámbulos.
Un beso
Gracias, Manuel, por tus palabras.
Te dejo un abrazo noctámbulo
Ana
También presiento que nuestro paso, en determinadas condiciones energéticas queda "estampada" en el ambiente. Sublime evocación.
Un abrazo noctámbulo.
Los paseos nocturnos por la ciudad siempre son algo evanescente, sobre todo cuando los transeúntes ya se han retirado a descansar y los borrachos están en su casa durmiendo.
Un abrazo
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