sábado, 19 de noviembre de 2011

DESCIENDO

*
Desciendo por tu espalda
como vestal de luna,
para sobrevivir en la distancia
y soportar así tanto delirio.

Me atrevo a contemplar el universo
con mis ojos que buscan tus pupilas
en las nubes y cirros de los cielos,
evitando las urnas de cenizas.

Persigo sin cesar toda la luz
tejida con la sombra de tu cuerpo,
en las profundidades del océano,
en medio del instinto del deshielo.

Me gusta seducirte con mis besos
en las cuevas abiertas a la magia
y deslizar en ti antiguos enigmas
trenzados en conjuros de palabras.

Adoro de tu mundo la energía
que se columpia siempre en las estrellas
adheridas a campos de cerezos,
consagrados sin límite a la niebla.

Necesitas de mí sólo un suspiro,
en la rosa de umbrales primigenios,
atrapado en las grutas subterráneas,
protegido en el frío por el eco.

Espero de los códigos que guardas
una confirmación de mi lascivia,
contenida en pequeños silabarios
dedicados enteros a la lluvia.

En el cofre escondido del salón
hay un ánfora arcaica de otro tiempo,
donde la brisa arde, suspendida,
y sólo en su interior nace el silencio.

Al salir por las calles de la bruma
un verbo diminuto te sonríe
en mitad de la vida combativa,
como las sílabas de un duende.

Asciendo por tu espacio, sin relojes,
ataviada con túnica de dríade
en esos plenilunios de los bosques
donde los búhos cantan sus presagios.

Divisamos crepúsculos de diosas
desconocidas siempre en horizontes
que navegan sin pánico al sonido,
habitante invisible de la noche.


Ana Muela Sopeña

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