sábado, 19 de noviembre de 2011

DICCIONARIOS DE NIEBLA

*
Diccionarios de niebla
germinan en mi oído de sibila
para dar luz a territorios paralelos.

Van cayendo palabras
por precipicios de animales,
subterráneos en plazas de llovizna.

Los términos se amparan en sus pozos.

Los vocablos se abrazan
como si fueran prófugos
de un mundo en la distancia
en peligro de extinción.

Caminos neuronales diferentes
abren paso a las vías del poeta.

El cantor se refugia entre los versos
para construir otros lugares
que alguien,
por decreto,
desea eliminar.

Diccionarios de niebla
atrapan de la luz sólo la herida,
para redimir a los que sufren.

Diccionarios de bruma
se agazapan en sombras interiores
e intentan cohabitar con lo escondido,
para que no se pierda.

Las palabras combaten entre ellas
y reivindican los espacios
donde la expresión es todo un lujo.

Los sonidos cabalgan silenciosos
en versos que involucran
el alma sojuzgada de los pueblos.

En estos diccionarios
cada palabra viaja camuflada,
para que no la maten.

Un poeta es un banco de memoria
del inconsciente personal y colectivo.

Los sinónimos ya no son sinónimos,
sino vocablos en sí mismos
que abren las compuertas más secretas.

Los antónimos ya no son antónimos
sino escaleras reflexivas.

La polisemia es también dudosa.

La lengua se hace eco del silencio,
se atreve a denunciar lo sumergido
y también se apercibe de la lluvia.

La poesía es banco de memoria
del alma colectiva de la especie.
Un sentimiento mundo
que nos lleva por rampas de belleza
y verdades sin tiempo.

Cada poema es un portal
hacia la libertad del alma en ruta.

Un verso es una llave
para abrir las compuertas de los ojos
antiguos del planeta.

Es Gaia sideral
amiga de poetas y chamanes,
porque son depositarios de la magia
que antaño era de ríos y de pájaros
y hoy los magos negros
de la clase financiera y política
nos quieren convertir tan sólo en chips.

Diccionarios de agua
nos permiten sentir cada momento
como trascendental en la conciencia.

Abrazamos los verbos primigenios
con la ilusión del hombre de Altamira.

Sentimos en la piel
nombres del bosque
con la energía pura de los árboles,
las piedras y las plantas...

Construimos el mundo con palabras
a partir de enseñanzas transmitidas
que vienen de los padres, los abuelos
y los tatarabuelos.
La escuela, la familia, el grupo
y los medios...

Pero el poeta cambia:
elabora sus mundos
formando unos espacios nunca antes habitados
al recibir el hálito
en inspiraciones del instante.

Los poemas se acurrucan en poemas
para dar luz a otros poemas.

Los poetas se protegen entre sí
huyendo de los códigos compulsos
que amenazan con fuego destructor
la fuerza creadora del humano.


Ana Muela Sopeña

2 comentarios:

Julie Sopetrán dijo...

A veces la niebla no nos deja ver, pero cuando nos adentramos en ella y abrimos los ojos su diccionario nos enseña tanto... Gracias me parece un buen poema. Feliz fin de semana.

Ana Muela Sopeña dijo...

Gracias, Julie, por pasar y dejar tu huella.

Un beso
Ana