*
Te veo iluminado por el sol
en las aceras grises de esta ciudad de sombra.
Mis abrazos te elevan por lugares
donde la luz nos transfigura.
Avanzamos descalzos y llueven nuestros besos
más allá de paredes de hormigón.
Sobre las hojas blancas
escribo los poemas de la aurora
con la piel que devora la belleza.
Nuestra herida es un cúmulo de bruma.
Los cuásares no pueden contener
tus ojos en mis ojos.
Nuestras miradas son sólo el comienzo
de una niebla de púlsares
y galaxias de mundos invisibles.
Un cristal de visiones
me muestra la obsidiana.
Una niña me trae con sus dos manos
la sal de las quimeras en un cofre
y las pupilas ebrias de tu infancia.
Ana Muela Sopeña
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