martes, 15 de noviembre de 2011

SIN UN ROSTRO

*
En un cruce encontré
al hombre del enigma, sin un rostro.

El silencio inundó
las miradas sin tiempo.

La llovizna eclipsó el instante eterno.

Él estaba condenado,
su identidad no era más que un soplo
informe, sin imágenes ni nombre.

Su sonrisa era impersonal.

La extinción de su centro
se había producido sin que él
pudiera percatarse...

Alguien había irrumpido en su conciencia
y le había robado el sello con los códigos,
su identidad profunda.

Ya sólo era la sombra de otra sombra,
un ser bien definido con los números
del código de barras de la fábrica.


Ana Muela Sopeña

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