domingo, 4 de diciembre de 2011

MUÑECAS ROTAS

*
Aquel hombre enhebraba
los hilos de la muerte
en esa soledad de la conciencia que penetraba siempre
tras el rostro impasible de las muñecas rotas.

Su casa era tan sólo un almacén de cosas inservibles.
Figuras en las baldas,
esculturas y cuadros,
más las luces con sombras de las calles.
Y aquella colección casi embrujada
de muñecas antiguas de porcelana.

Miró cada muñeca
no como objeto de arte,
sino como si fuera una basura.

Pero él no pensó
que se pudieran reciclar.
Rajó con un cuchillo de cocina
los diminutos cuerpos
de las muñecas bellas,
de porcelana.
Les cortó la cabeza y tiró en una bolsa las cabezas
y en otra los cuerpos,
despedazados.

Más tarde, miró su obra de arte y sonrió.

Intentó pegarlas con pegamento
unas con otras.
Quiso colocar la cabeza de una
en el cuerpo de otra,
pero no fue posible.

Así que hizo un montón
con todas las muñecas
se acercó a un contenedor
y las arrojó allí,
como quien tira trastos a la vía pública
y se siente muy contento,
porque ya no tendrá que lidiar
con los restos del naufragio.

Después
se sirvió una copa de ginebra.
Se sintió bien
y fue a la tienda más próxima
a comprar tres muñecas de porcelana,
para su siguiente colección.


Ana Muela Sopeña

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