*
La quietud se respira
en la hora que anuncia los presagios
con el frío adherido a sombras lúcidas.
Avanzo entre la niebla
y desciendo por rampas, entre el musgo
y los líquenes llenos del hastío.
Las piedras se conforman
con esa soledad de las mareas
que avanza silenciosa por las noches.
El viento me restaura
de agonías perpetuas y escondidas.
Experimento luz sobre mi rostro
y belleza de mundos invisibles
al contemplar las rutas sin memoria.
Ana Muela Sopeña
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