domingo, 28 de octubre de 2012

EL CORREDOR ANESTESIADO

*
A Víktor Gómez y a Miguel Íñiguez, compañeros poetas de Estación de Acacias



Yo compro ibuprofeno
para soportar las oleadas
de pánico en las calles.

Tú tomas Clamoxyl en unas cápsulas
para que no se extinga
el pequeño contrato de tres meses.

Él compra Voltaren
en mercados del miedo y de la herida.

Ella toma su Valium protector
y mantiene los ojos
cerrados al desastre del Dow Jones.

Nosotros conseguimos en farmacias de guardia
diclofenaco, amor y algo de hielo.

Vosotros no podéis
con esta realidad que nos impone
las medidas austeras
y consumís Prozac
con la bendición de las recetas
que te convierten en robot.

Ellos sólo persiguen en los sueños
el paracetamol para acudir
a su trabajo único y extraño.

Ellas toman las algas
en comprimidos libres,
para abordar el mundo de la anomia
desde la delgadez, hoy tan de moda.

Y los ciborgs atrapan las ciudades
junto a los sicarios económicos,
en cementerios níveos
de un vacío enigmático.

Hay mercados de muerte
bajo la luna cruel codificada.

Los jefes de la tierra
no quieren un genoma en espiral.
Lo que quieren es hombres y mujeres
drogados con la lógica del hambre
y la perversidad de los chantajes.

Las drogas son ya cómplices
de los amos-señores de la tierra
que encuentran en el acto de exprimirnos
el placer de lo atávico reptil.

Y los laboratorios
trabajan para el chivo-explotador
que reside en un índice bursátil
y amenaza sin límites
con desintegrar cualquier obstáculo.

Con las estratagemas de codicia
intentan destrozar la luz del alma,
pero en todos habita
la fuerza de los púlsares y océanos.

Por favor no te enfermes
que tendré que decirte:
"Despedido". Es hora de dormir
en los brazos diabólicos
del temor a perder el gran contrato
que nos mantiene unidos
a la máquina
del Ibex 35 y el Nasdaq.

Propósito escabroso:
debilitar al "Homo" que despierta
con las medicinas del pavor.

Mientras el cuerpo aguanta
el espíritu pacta
con los empresarios traicioneros
que sólo cuentan dólares
y acumulan fortunas
mientras otros se mueren lentamente.

Tómate una pastilla,
no pienses, no padezcas,
continúa adelante
que todo es un teatro.

Aguanta que eres sólo
un número de cédula maestra.
Un dni plagado de tributos,
un pasaporte errante sin hogar,
un indocumentado de la Tierra
que nunca se debió encarnar aquí
osando desafiar
a las leyes de todos los Estados.

¿Dónde habitan las Cartas de Derechos?

¿En qué lugar residen
los Derechos Humanos?

Seguramente en criptas bien selladas
con el lacre de todos los corruptos
que tienen el anillo de poder.

Y una mirada única
nos absuelve de todos los pecados
porque siempre pensamos
que los malos son otros.

¿No es a mí?
Nos preguntamos víctimas del miedo,
así permanecemos bien dormidos
viendo televisión
en el corredor anestesiado.

Me desinformo bien en noticiarios
me desintegro en reinos de concursos
de preguntas, belleza o desafíos,
apago la ansiedad con los spots
donde las marcas son los talismanes
que nos llevan por sendas
de presbicia.

Escucho como un zombi
noticiarios que cuentan lo que quieren
en horarios pensados
para todos los públicos.

Continúan los juegos
que absorben nuestra mente
en cápsulas de tiempo detenido en el tiempo.

Somos esos esclavos de la Mátrix
que sólo nos movemos por impulsos
abandonando en naves de aceite mineral
el hematrocrito de la luz.

Mas de pronto ilumina
la conciencia
una chispa de algo inusitado
la libertad de ser
frente al ogro feroz del cuento de la abuela,
de analizar el cuántum del deseo,
de razonar sin polvo de cenizas,
de contemplar la vida con los ojos
de un espíritu abierto y conector
a través de galaxias conocidas.

Y surfeamos olas transparentes
para resurgir del lodo oscuro
y ascender por tsunamis
que nos despierten pronto del subsueño.


Ana Muela Sopeña

2 comentarios:

Víktor Gómez Valentinos dijo...

gracias, Ana, por este poema tan acuciante, vivo e insurrecto. La salud del mundo pasa por la bondad de los corazones, cuya medicina es el afecto, la generosidad, la compasión y la equidad.

te deseo una semana hermosa y amable.

un beset

V

Ana Muela Sopeña dijo...

Gracias por venir, Víktor.

Un beso
Ana