lunes, 3 de diciembre de 2012

SIN LA SOGA

*
Aquel hombre miró en la lejanía
y pudo contemplar a la mujer,
como sombra de nadie.

Lloró entre bambalinas
el robo de su río entre la piel.

Se extrañó del sollozo, tan oscuro,
pero siguió su ruta de latidos.

Ella escogió otro instante y a otro hombre
pero él no perdió nada.
Sólo era una serpiente del abismo
enlazada a los campos de la muerte.
En mitad del exterminio y la crueldad
su lengua se hizo bífida y sus ojos
pasaron a ser grietas de reptil,
donde el mal se hizo agua en la retina.

El hombre, que pensó que todo estaba
perdido para siempre,
ganó la libertad
a través de los siglos, sin la soga.


Ana Muela Sopeña

2 comentarios:

Nahuel dijo...

qué buen final: "sin la soga". Un placer leerte Ana.

Saludos, Nahuel.

Ana Muela Sopeña dijo...

Gracias, Nahuel, por venir.

Un beso
Ana