sábado, 26 de enero de 2013

GAYATRI MANTRA

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Oramos con las manos enlazadas para que nos escuche el mundo entero
y musitamos siempre las plegarias en todos los idiomas de la Tierra.

La belleza de un reino en armonía resuena con la música de Gaia
con halos de luz blanca de los púlsares vibrando con estrellas de neutrones.
Los túneles del tiempo en la distancia se tornan invisibles hasta en sueños
y los truenos retumban en visiones más allá de la lluvia sideral.

Un arco bondadoso en lejanía nos recuerda los ritmos ancestrales
y todos ahondamos en la herida para sanar el alma primordial.
En la frecuencia altísima de luz inundamos las células de amor
para sobrevivir aunque haya sombras más allá de los límites del vértigo.
En galaxias azules meditamos con todos los colores del espectro.

Los cantos de seis sílabas sagradas despiertan nuestro ego del subsueño
y nos permiten vuelos con los pájaros para sentir las nubes en la piel.
Nebulosas y escarchas nos recuerdan nuestro pasado en otras dimensiones.
Por si un cristal helado nos contiene en cálices con néctar de los dioses
espacios de los cuásares danzantes nos envuelven con hilos de oro y plata.

El juego de ajedrez tiene su origen en la batalla antigua del Yin Yang
y todas las partidas anclan reglas para llegar al reino de la paz.
El método no cambia si te duermes o te despistas algo en un enroque.

Los presagios de mares sinuosos nos llevan por las rutas de la especie
y cruzan los relámpagos azules el firmamento claro con sus cirros.
Con la oportunidad que vivifica salimos renovados cada noche
y todo lo que sobra entre lo ígneo se transforma en cenizas velozmente.
Los ecos de un reloj si no pretenden alzarse con la hiedra de edificios
se escuchan por tres calles humeantes desde la lejanía de otros barrios.
La verdad de la bruma renacida repica en los cristales cual granizo.

Los pájaros en círculos de frío vienen desde los bosques a ampararse
debajo de tejados de uralita a transformar el pánico en su nido.
La intuición de cultivos con espiras nos acerca al misterio del origen
y nos muestra la puerta prometeica en el sur de la casa de la luna.
Las formas geométricas nos llevan en naves espaciales astronómicas
por lugares mistéricos y blancos y la yerba violeta de un jardín.
Las hormigas custodian el trabajo con arena de espejos imposibles
y perfume de ámbar y obsidiana tejido en mi cabaña del crepúsculo.

Bebés de ojos azules nos aguardan en cunas con los ángeles de fuego
y herrumbres escondidas en las cuevas nos hablan de los códigos arcaicos.
El arpa celestial de los arcángeles entona melodías deslumbrantes
con regueros de números fractales y logaritmos áureos neperianos.
Y juegos que se ocultan en las cifras equilibran tejidos de los órganos
con trofeos y dígitos heroicos que curan con su fuerza la entropía.

Con las dudas el ser se reconcilia y vuelve a la morada de los místicos.
Ahora tiembla el ave que planea sobre las rocas ocres de la aurora.
La casa de victoria se rebela transgresora en el tiempo del perfume.
El mantra da la paz cuando se canta y aporta el equilibrio sin esfuerzo.
Las cumbres se parecen al espíritu, cuanto más es la altura más asombro.
Toda la nieve y todas las heladas nos dejan la piel muerta por el frío.
Las montañas salobres nos engañan como si fueran grandes espejismos.

La estrella de adherencias y diamantes nos guía por senderos de ascensión
y  con burbujas de hadas nos conforta en medio de la nada y de las sombras.
Los tótems se iluminan en la ruta donde la luz adopta muchas formas,
nos enseñan el álbum genealógico dibujado con árboles nostálgicos.
Nebulosas galácticas y blancas esbozan el misterio de los astros
lo mezclan en su brazo hermoso y frío para sentir la diosa en los comienzos.
Los placeres se tornan intuición al tiempo que las aguas se hacen nítidas.

Entramados de mundos indistintos acogen en su cuerpo las plegarias
para hacer material otro humo de oro en medio del crisol de las edades.
Y todos los enigmas de las vidas  se diluyen en polvo de asteroides
entretejiendo siempre las yerbitas con esencias de flores y de estrellas.
En relojes del cosmos salen cosas que apenas comprendemos desde eones.

El viaje sideral hacia el noray nos permite sentir seguridad
en mundos paralelos a este mundo y en dimensiones suaves sin heridas.

Los sonidos antiguos de otros mantras nos elevan a esferas innombrables
y pronto los secretos de la luna se amparan en archivos de frecuencias
soñando despertar a nuevos campos, hálitos de la vida y de la muerte.

El círculo que aguarda las palabras parece ser umbral hacia los códigos
donde residen sílabas sagradas que trabajan los rangos invisibles.
Por ello desde eones nos hallamos sin pálpitos sinceros de existencia
y la vida en la Tierra, esas mentiras, carece de lo íntegro en la luz.
Y a veces, jeroglíficos arcaicos habitan hondonadas de silencio
para archivar la historia en grandes signos al tiempo que el olvido hace lo suyo.
La espiral de adn tiene magias de soñadores dignos de lo heroico,
por eso cuando el rumbo va perdido las ciencias recuperan lo esencial.
Un programa informático de Gaia nos custodia y nos dicta los susurros
que yacen en el fondo del silencio amando la espacial nave del sueño
que es nuestra Tierra húmeda y triunfante en castillos de espejos de los genes.


Ana Muela Sopeña

2 comentarios:

Rosa Iglesias dijo...

Sin palabras, Ana.
Tu canto místico acuna...
Un mantra, un lazo, un eslabón perfecto que nos encadena al TODO.

Maravilloso rítmo.
Te abrazo y quiero

Rosa

Ana Muela Sopeña dijo...

Rosa, ha sido muy emocionante que leas mi poema por teléfono.

Gracias, amiga, por estar...

Un beso
Tqm
Ana