martes, 28 de mayo de 2013

A TI, HOMBRE DORMIDO

*
A ti, hombre dormido bajo la tierra estéril
que habitan los ya muertos,
te grito,
para que te levantes de las tumbas
que aunque parecen vida, amor y orden
no son más que sepulcros
que enjalbegan la luz
a base de censuras
que amordazan los gritos del silencio
y bullen
con
los
cuásares
del
miedo
que nos mantienen siempre
unidos a la máquina de hacer seres humanos
parecidos a cuerdas y artilugios
sin vida y sin el hálito
creador de la estrella de las almas.

A ti, hombre que avanza anestesiado
por el Trankimazin y el Orfidal,
por el Prozac, Prisdal y Leponex,
yo te susurro ahora que te alces
de negras sepulturas que te atan
a ser sólo una oveja susceptible
de copia y clonación,
en medio de leones y de lobos.

A vosotros, hombres y mujeres
que un día emergisteis del miedo y las cavernas,
yo os invoco y os canto
melodías galácticas
para así componer un mundo más amable,
henchido por la luz
de los púlsares llenos de deseo
y de la danza abierta de la luna.


Ana Muela Sopeña

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Es cierto y podemos, Ana. Existe ese ímpetu que gobierna esta tierra y tenemos por seguro que se deja ver. El progreso es ese hombre y este canto, habitando cada segundo oportuno, cada iniciativa. Nuestro porvenir es único y transformable. Muy a pesar de esa ralentización de los sentidos, del que habla el poema, sobre droga y fármacos que advertiría, ya, Peter Sloterdijk en “Extrañamiento del mundo” como contingencia o evasión. Sin embargo y no obstante hoy día creo que no es así, creo más bien lo contrario, la gente se mueve debido, ya, al grave deterioro de nuestros sistemas de reparto y equidad. La situación es tan insostenible que desde la acción, la literatura, las artes y cuantas voces contribuyen, demandan cada día que pasa precisamente ese cambio. Muy a pesar de que en los medios no se haga notar, pero que existe.

Enhorabuena por esta contribución, Ana

Un abrazo

Ana Muela Sopeña dijo...

Muchas gracias, Miguel, me agrada mucho tu comentario y me hace pensar.

Un fuerte abrazo, amigo
Ana