Al recorrer la casa me detengo en los detalles ínfimos. Un jarrón al trasluz que refleja la vida no vivida, una escultura llena de silencio, el libro no leído que se quedó en la mesa tantos años. Permanezco a la espera de una señal extraña que me indique cuál es el manantial de la belleza. Palpo con mis dos manos los objetos que se quedaron solos en instantes adheridos a la magia de las horas. Todo parece eterno y al mismo tiempo efímero. Es una sensación muy peculiar. Cada adorno trasluce su diminuta historia de placer y dolor. Regalos, compras, viajes, símbolos de la vida trepidante vibrando entre los tomos de las enciclopedias.
Al recorrer la casa con la vista veo que casi todo es prescindible, menos la caracola de los sueños que habita en la burbuja subterránea de una imagen azul, difusa y tenue...
Ana Muela Sopeña
2 comentarios:
Preciosa prosa poética con mar y caracola... Me encantó.
Pues que nunca te falte esa caracola y esa mirada y voz tan tuya para compartirnos belleza. Un beso.
Publicar un comentario