*
Las calles nos protegen
con los besos hambrientos de lascivia
y las estatuas muertas de los parques.
Un tiempo de cenizas
abandonado en plazas de penumbra,
mientras una luz tenue
deja ver los semáforos sin pánico
y las farolas que se pierden
en la labios primigenios de la urbe.
En la noche deambula nuestra sombra
con el viento del norte.
Ana Muela Sopeña
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