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En la mazmorra sabe del exilio
y experimenta un mundo surreal
que atempera con lágrimas sin alma.
Poco a poco domina su dolor
y entrega el precio justo por su karma
envuelto en los misterios de la noche.
En su cueva se sume
en la incertidumbre de lo oscuro.
Sabe que los cadáveres deambulan
por pasillos sin luz, sin esperanza.
Adora de sus víctimas el humo
que confronta con todos sus naufragios.
Es siempre, en la nostalgia,
un hombre enamorado de la arena,
invisible en sus sueños
de naufragio
encadenado a ojos nunca vistos.
Persigue entre las rutas
el tiempo sumergido en la gran luz
y huye de las sombras clandestinas
que lo tienen imantado por la muerte.
Ana Muela Sopeña
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2 comentarios:
Me resulta un muy bien logrado poema, amiga. Discursa con buen gusto estético. Estupendo!
Abrazos
Muchas gracias, José, por tus palabras.
Un beso
Ana
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