sábado, 28 de noviembre de 2015

ACERAS VACÍAS

*
En medio de la sombra
la noche se presenta traicionera
como animal que huye de la muerte
y un híbrido de luz en la conciencia.
La lluvia sabe ser compañera en las calles
y un frío sumergido en el silencio
se adhiere con la niebla
a la piel de los sueños.
Las plazas enigmáticas
permiten la presencia de farolas
en aceras vacías.

La oscuridad se siente
bajo las marquesinas de autobús
y en los rostros cansados de transeúntes
que buscan el mutismo entre los charcos.
La humedad del otoño nos cala hasta los huesos
y el pensamiento viaja por la urbe
mientras el tiempo vuela
hacia estrellas distantes.
Los bancos en la bruma
nos ofrecen refugio sin sobornos
más allá del olvido.

Y una iglesia lejana
toca su carillón imperturbable
a través de los siglos, sin sorpresas,
para avisar con música del hálito.
Las voces de los niños que juegan en jardines
se asemejan a risas del subsueño
que llaman al presente
mientras cae la llovizna.
Edificios alados
presiden la ciudad con su lenguaje
de vocablos ocultos.

Semáforos sin pánico
habitan en los barrios de suburbios
para enhebrar con hilos de misterio
las horas sepultadas por imágenes.
Escaparates llenos de artículos inútiles
acallan nuestra soledad más frágil
con símbolos felices
que se alojan sin rumbo
en las claves y códigos
de nuestra sociedad más arquetípica,
buscando el paraíso.


Ana Muela Sopeña

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