sábado, 29 de octubre de 2016

ALEXITIMIA DEL VACÍO

*
El hombre de la calle
contempló sobre un muro
su cuerpo devorado por los buitres.
No pudo ver del todo su cabeza,
sólo el tronco y las piernas.
Los brazos eran sólo dos muñones.
Pero eso estaba mal.
Su cuerpo todavía era completo.
Sin embargo en el muro,
que era como un espejo,
su cuerpo ya no era suyo
sino trozos desmembrados de tristeza
o cenizas de muertes repetidas.

El hombre de la calle se hizo humo.
Encontró entre las sombras un camino
atado a condiciones deplorables.

Quiso gritar que todo era un teatro,
pero su voz volaba en otro sueño.

Ya no sentía nada.
Sólo sus pertenencias eran suyas.
Su cuerpo era tan sólo
alexitimia del vacío
en corredores
de una prisión de niebla.

El hombre de la calle
sumergido en lo negro de la noche
divisó bajo la luz de las farolas
una mirada oscura y traicionera.

Pensó que era un ladrón
que venía a robarle su dinero,
su móvil, sus tarjetas y sus llaves...

Mas cuando fue consciente del
peligro
y sacó su arma blanca
observó que aquel
filo
estaba a punto de cortar
el
fino
hilo
de plata de la vida
desgarrando su vientre...

Entonces despertó
de aquella pesadilla
que habitaba en el sueño
de un soñador oculto...

y respiró sereno
porque su cuerpo aún estaba íntegro
y su cabeza todavía
era la imagen nítida de un hombre.
El hombre de la calle sin el muro...


Ana Muela Sopeña

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