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En la ciudad los lobos
aúllan por las calles y en los bares
con su pelaje oscuro
enmascarado en ropa muy normal.
Licantropía en horas de la noche,
pero también de día, a plena luz.
Los relojes avisan
de la transformación del hombre en bestia,
pero están silenciados por la música
que suena en los confines de los márgenes.
Todo habla de los cambios espontáneos
como una mutación del gen humano.
Es una hibridación
con genes de una especie más arcaica.
En la ciudad los lobos
van buscando a sus víctimas despacio
para despedazarlas aún vivas...
Ana Muela Sopeña
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2 comentarios:
El hombre tiene mucho de lobo, ni te cuento la mujer. Una amiga suele decir que Buenos Aires está lleno de lobos, que pocos ojos pueden ver. Voy a tener que creerle.
Inquietante atmósfera tiene tu poema, Ana. Me encantó. Abrazo.
Hola, Carlos:
Sí, la licantropía se da tanto en el hombre como en la mujer, lo que pasa es que a mí me inspira más la licantropía del hombre. Supongo que eso es normal.
Abrazos y gracias por venir...
Ana
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