*
Al bajar del autobús
recorría los metros
que separaban
la marquesina del portal.
Allí nos encontrábamos
y un susurro de nubes
nos envolvía con su fuego.
Nuestra abrazo soñaba
latiendo con el ritmo
de la ciudad abierta
a la utopía.
Ahora,
la calle solitaria nos extraña
y duerme en semisueño
a la espera
de un alba que no viene.
Las cenizas de un mundo,
que construimos poco a poco,
vuelan entremezcladas
con raíces de niebla.
La lluvia
disuelve
sin
descanso
los
nudos
que
hace
tiempo
nos
unieron.
Una urna con hielo
contiene lo que un día
hizo que floreciera
nuestro vínculo.
La lluvia va cayendo
sobre un reloj de arena...
Ana Muela Sopeña
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2 comentarios:
Me llegó especialmente este poema. Me identifico con estas sensaciones. Las veces que en la larga noche solitaria sentí así "a la espera de un alba que no viene."
Abrazos, Ana.
Son emociones y sentimientos universales, supongo.
Abrazos
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